Arrancó la campaña electoral para alcaldes de las ciudades. Es como el campeonato de segunda categoría en el que participan los que quieren ser algún día estrellas de primera categoría. En el transcurso de esta campaña cada partido lanzará su candidato o cada candidato lanzará su partido. Cada ciudad tiene sus propias características. En Guayaquil salen primero los que llegarán primeros y en Quito salen últimos los que creen que llegarán primeros.
Detrás de cada candidato hay media docena de “escondidos”, como llaman los mexicanos a los que han recibido la seguridad del dueño del partido de que serán “el elegido”. Llegado el momento, cuando ya no se puede mantener el misterio, se realiza el lanzamiento y los demás escondidos se convierten en resentidos.
Los precandidatos de cada partido y cada movimiento comienzan a medirse con los madrugadores y valoran la conveniencia de crear su propio movimiento político o buscar alianzas con los posibles ganadores para asegurar algo ya que no pueden tenerlo todo. Los encuestadores buscan clientes entre los que se sienten ganadores y los que se creen “outsiders” que es el sueño de los políticos que saben que no son ganadores pero no aceptan ser perdedores. Es una fórmula cuasi científica de la magia que consiste en el inexplicable crecimiento de la candidatura de un desconocido como forma de castigo a los conocidos.
Cuando el número de candidatos se acerca a la categoría de legión, los electores suelen clasificarlos en dos categorías: los conocidos y los desconocidos.
De los conocidos dicen: los mismos de siempre; de los desconocidos dicen: y este cómo así pues, ¡de dónde habrá salido! Las encuestas registran esta etapa como la etapa de los electores indecisos.
En otras democracias cada partido tiene su candidato, en la nuestra sería imposible considerando que el número de movimientos políticos llega a la escalofriante cifra de 170. Si cada movimiento político tuviera afiliados, ideología, programas, equipos de gobierno, presupuesto, nuestra democracia sería la mejor del mundo.
Los aspirantes al gobierno de las ciudades deben estar preparando estrategias y mensajes para entusiasmar a los ciudadanos. Las ofertas tienen que ser atractivas, inspiradoras, pero viables. Si no son inspiradoras no conquistarán el voto; si no son viables, les ocurrirá lo que ha pasado con los malos alcaldes.
Lo primero que los candidatos deberían contar a los electores es qué creen que es una ciudad. Qué proponen que sea la ciudad que quieren gobernar. Cuáles son los problemas que han detectado y qué soluciones proponen. Pero también sería bueno que informen cuánto piensan gastar en la campaña y quién pondrá esa plata, quiénes serán las figuras claves de su gobierno y cuántos puestos serán destinados al partido. Y sobre todo, cómo evitarán que sus funcionarios inventen dificultades para vender facilidades.