La cuarta caída de Velasco Ibarra fue, sin duda, la más esperada. El cinco veces presidente estaba ya desgastado por los años -79- y por un período mixto, iniciado en 1968 con un lapso constitucional seguido por una dictadura de 1 año 7 meses y 23 días. cada vez con menos apoyo y más cansancio. Por añadidura, el “Profeta” ardía de rabia por la seguridad de que en las urnas el triunfo sería para Assad Bucaram Elmhalín, don Buca, a quien consideraba un extranjero malcriado, indigno de ascender a Carondelet. Más aún, flotaba en el ambiente la proximidad de una era petrolera para un país sediento de ingresos. El “carnavalazo” militar del 16 de febrero de 1972 no sorprendíó, pues, a nadie. El velasquismo de 40 años se acabó, pues, con más pena que gloria y la única la pregunta del día fue quien sería el nuevo gobernante.
“El dictador que va a gobernar con el título de presidente es el Bombita”. Así lo anunciaron entre telones los milicos, anotando que se había ganado el nombramiento por su posición -comandante general del Ejército-, por su prestigio castrense y hasta por su estilo personal, sencillo y amistoso. Luego, una sorpresa. Apareció muy seriote el general Guillermo Rodríguez Lara anunciando un gobierno “nacionalista y revolucionario”, nada menos. Con la anotación de que el manejo petrolero estaría a cargo del Estado y que su tono político sería popular y antioligárquico. Completaron el cuadro varios funcionarios identificados con la izquierda, aunque el peso del gabinete fue militar. El Bombita no fue original. El dictador del vecino Perú, desde 1968, era el general Juan Velasco Alvarado, con el rótulo de “gobierno revolucionario” y con varias acciones radicales, entre ellas nacionalizaciones petroleras y confiscación de periódicos. El gobernante sureño cayó -derrocado por otro general- en 1975, tras un fracaso en la dureza con la prensa.
El general Rodríguez Lara gobernó casi cuatro años -hasta el 12 de enero de 1976- y su nombre quedó ligado al primer barril de petróleo, que se vendió en apenas 2 dólares, aunque un año después subió a 12 y continuó trepando.El PIB ecuatoriano saltó de tristes 1.500 millones a 14.000 millones en diez años. “Nos hicimos ricos” pensaron los ecuatorianos y esperaron que lluevan los dólares. Todos reclamaron su parte y más sus compañeros que se levantaron en armas el 1o. de septiembre (o el 32 de agosto, según el humor quiteño) de 1975 y luego le mandaron a bailar en Pujilí. Su gobierno no llegó a extremos y fue calificado como una dictablanda de centro izquierda. Se mantuvo lejos del perverso Plan Cóndor, no tuvo como acusaciones válidas sobre su honestidad y realizó obras sin antecedentes pero el Bombita también recibió críticas en todos los frentes y hasta hoy recuerda con emoción y susto su inolvidable aventura en Carlondelet.