En los últimos días se han dado hechos que llevarán a la caída de Maduro, el verdugo de Venezuela y su régimen corrupto. Fue importante que haya asumido como presidente interino el titular de la Asamblea Nacional y haya sido reconocido por varios países. Así, la opinión pública internacional se ha preocupado del problema.
Pero ahora la pregunta es: ¿qué viene luego? Para algunos, la única solución es que, como Maduro no va a ceder, Trump debe mandar marines a territorio venezolano, que bombardee bases de sus fuerzas armadas y ocupe el país para que luego se llame a elecciones libres. Algunos gobiernos apoyarán este camino. Pero semejante salida, aparte de que despertará una guerra civil con miles de muertos venezolanos, solo logrará crear un foco de desestabilización regional, como Libia, por ejemplo, que en más de una década sigue dominada por el caos y la disolución, luego de la invasión de las potencias, que iba a imponer allí la “democracia”.
La otra alternativa es que la comunidad internacional siga presionando al régimen de Maduro y respaldando al pueblo que llena las calles venezolanas, pidiendo elecciones libres, hasta que ceda el dictador y acepte irse. Se dirá que tiene apoyo internacional. Pero ese apoyo es limitado. ¿Qué puede hacer Rusia, cuyo autócrata trata de volver a la potencia de los zares y los soviets? ¿Cómo va a intervenir Erdogan, el déspota turco? ¿O los ayatolas fanáticos de Irán? ¿O los chinos que solo quieren que les paguen sus préstamos? Aparte de amenazar que mandarán armas, con lo cual precipitarían la guerra civil, muy poco margen de maniobra tienen. ¿Quién les va a creer que defienden así la democracia?
Lenin Moreno trató de mantener una línea intermedia. Pero se topó con un gobierno venezolano cómplice de Correa, que agrede cotidianamente a nuestro país, cuya opinión pública nacional es masivamente anti Maduro. Por eso terminó adoptando la postura que ahora mantiene.
La única salida viable y sensata es evitar a toda costa que el proceso desemboque en una conflagración civil de tenebrosos resultados. En otras palabras: ¡No a la intervención! Se debe buscar un auténtico camino de diálogo, al que Maduro estará más abierto conforme más cercado se vea. Su práctica indica que es todo menos un héroe que va a derramar la última gota de su sangre. Es un cobarde ambicioso que, si puede, dejará colgados a sus seguidores para buscar cómodo asilo bajo la protección de sus cómplices.
Para que caiga Maduro se debe combatir su dictadura corrupta y apoyar un gobierno interino que dialogue y convoque de inmediato a elecciones libres en Venezuela, sin “padrinos” ni “superpotencias”, porque lo piden masivamente ese pueblo y la opinión democrática latinoaméricana y mundial.