Ausentismo en la Asamblea

Conocido es que varias comisiones de la Asamblea no han podido reunirse por la sistemática inasistencia de algunos de sus integrantes. Con tal antecedente, podría considerarse normal la conducta de los legisladores opuestos a un proyecto de resolución -de carácter histórico más que político- que, hace pocos días, abandonaron la Asamblea y, dejándola sin quórum, pretendieron frustrar la iniciativa.

He allí la ceguera de quienes, representando al pueblo, incumplen su más elemental obligación, cual es la de estar presentes, participar y tomar decisiones en función de los intereses generales, sin apelar a maniobras procesales para justificarse. Cuando el Presidente de la Asamblea anunciara la aplicación de sanciones, uno de los legisladores advirtió que ninguna ley prevé medidas punitivas para el caso.

¿Puede un asambleísta dejar de cumplir su deber y argüir que no hay norma para sancionar su conducta? ¿Dónde quedan las consideraciones de ética, de dignidad y honor, de elemental buena conducta frente a la obligación de representar con sabiduría al pueblo que lo eligió? ¿Cabe invocar un vacío del reglamento preparado por los propios asambleístas para dejar sin sanción una conducta contraria al ejercicio responsable de sus deberes?

¡Qué bien fundada fue la reacción de una dama que, en las redes sociales, condenó la inaceptable maniobra! “Tal vez no exista una base legal para sancionar a los asambleístas que no asisten para cumplir su función… No lo sé. Pero sí sé que cobran un sueldo muy bueno pagado por todos los ecuatorianos para que asistan a trabajar”.

Esta actitud de quienes debieran dar ejemplo de observancia estricta de sus deberes me trajo a la memoria el libro Rights of Man, escrito en 1792 por Thomas Paine.

En él, al analizar el acierto y rectitud de la Asamblea fundadora de la democracia norteamericana, el autor menciona el caso de la minoría que, al haber perdido una votación, reconoció el triunfo ajeno y anunció cuál sería su futura conducta en la materia: “A pesar de haber argumentado y votado en contra por mirar a ciertas partes de la propuesta con una óptica distinta a la de la mayoría, somos conscientes que el voto le ha favorecido y, por lo tanto, le daremos el mismo apoyo que le hubiéramos dado si hubiésemos votado a favor”.

Es lamentable pero necesario recordar que la democracia no ha sido ejercida con suficiente madurez en América Latina y que ahora, en el Ecuador, atraviesa por momentos especialmente críticos como resultado, entre otros factores, de la funesta pedagogía política de la década correísta, pero también de la conducta superficial e irresponsable de muchos asambleístas que, carentes de preparación y buen juicio, desprestigian a la Asamblea, debilitan la fe del pueblo en la democracia y le inducen a añorar las tiranías.

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