Experiencia constitucional

En el Ecuador rige actualmente la Constitución número veinte de su historia republicana. Se cuenta desde la que se expidió en 1830, cuando se fundó como Estado independiente. Con semejante número, el país está entre los que tienen el récord mundial de redacción de nuevas constituciones y reuniones de “convenciones nacionales” o “asambleas constituyentes” que las dictaron.

En medio de nuestra agitada historia, han sido convocadas al menos veinte y tres asambleas. Algunas no llegaron a reunirse, o si lo hicieron, no culminaron. Dictaron una Constitución, diecinueve de ellas.

Contamos veinte constituciones porque una, la de 1978, fue dictada sin que mediara la convocatoria de una asamblea constituyente.
Es decir, que en 182 años de vida independiente (1830-2012) hemos tenido una nueva Constitución cada nueve años como promedio.

Pero ese cálculo puede ser engañoso, pues si se considera que durante las dictaduras no rigió un estado de derecho, los años de vigencia constitucional se reducen a 154. De este modo, el promedio de vigencia por Constitución en el marco de un estado de derecho es apenas de siete años y unos meses. Por otra parte, en el Ecuador también tenemos cierto récord, o al menos una mención especial, por la perenne inestabilidad de los gobiernos, que se ha dado en nuestra historia.

Considerando estas realidades, se pensaría que los ecuatorianos nos hemos convertido en “expertos” en constitucionalismo, que hemos desarrollado una sólida doctrina constitucional, y que en las sucesivas asambleas se ha acumulado un gran acervo doctrinario. Pero no es así. Por lo general, se ha preferido pensar que con cada nueva Constitución se volvía a fundar el país, que se partía desde cero. De hecho, ni eso era posible, ni se dieron grandes cambios entre Constitución y Constitución. Hemos vuelto a fojas uno cada vez y cuando.

Se han redactado muchas constituciones, pero en ellas pesaron más situaciones coyunturales que una continuidad institucional. Además, la gran mayoría rigió por cortos lapsos. Como hemos visto, el promedio es de entre siete y ocho años de vigencia por Constitución. Por ello, apenas si se han desarrollado un pensamiento constitucional, o una práctica de enmiendas de la Carta Fundamental, que son los mecanismos con que el constitucionalismo se desarrolla y consolida en el mundo.
Estamos entrando en una etapa en que se hablará mucho de reforma o enmienda constitucional para satisfacer el interés oficial de la reelección.

Como van las cosas, habrá todo menos un debate a profundidad y una consulta popular adecuada. Solo imposición caudillista. Por eso, aunque parezca un despropósito, no nos queda más que ir pensando en una nueva asamblea constituyente para reformar radicalmente el engendro constitucional autoritario y antidemocrático que ahora rige.