Los jóvenes invierten horas en probar nuevos videojuegos. AFP
En la sala de la ‘gaming house’, como son denominadas las casas donde viven los grupos de ‘gamers’, no hay sofás. En su lugar hay una fila de computadores equipados con audífonos, teclados y sillas especiales para gamers.
La convivencia de los jóvenes adolescentes dentro del ‘gaming house’ es tal vez uno de los mayores retos. “Este es un trabajo que tiene pros y contras. Vivimos en el mismo lugar que trabajamos y el convivir con la gente con la que trabajas a veces puede generar conflictos”, dice Sayago, el apodo de uno de los videojugadores.
Tomás, más conocido como “Tomo” es el coach del equipo. Él toma el rol de organizar a sus compañeros y moverlos para cumplir con su horario. Los jóvenes, que tienen entre 18 y 25 años, comienzan su jornada al mediodía. Almuerzan, luego tienen un par de horas libres. En la tarde comienzan su entrenamiento que considera partidas en equipo, partidas individuales y revisiones de “Gameplays”.