El mundo del tenis seguramente se pregunta quién es Horacio Zeballos, el talentoso argentino que frustró el regreso de Rafael Nadal tras más de siete meses.
Zurdo, buen saque, revés a una mano y dueño de un tenis tan vistoso como irregular, Zeballos vive a los 27 años el mejor momento de su carrera, luego de disputar el torneo de Viña del Mar. No solo porque ganó el primer título de su carrera tras haber perdido la final de San Petersburgo el 2009, sino porque derrotó al español Nadal y en una cancha de arcilla.
“Es el partido que deseaba toda la vida, jugar una final contra uno de los jugadores más grandes de la historia del tenis”, dijo Zeballos entre lágrimas, el domingo.
“Creo que jugué el mejor partido de mi vida, disfruté desde que entré en calor hasta ahora. Este momento es único. Esto no se va a dar muchas veces”, continuó incrédulo el argentino tras el partido.
Cómo no estarlo, si acababa de consumar una sorpresa mayúscu- la. El español no perdía una final en arcilla desde que Novak Djokovic lo venciera en Madrid en el 2011. Solo el actual número uno y el suizo Roger Federer habían podido vencer al siete veces campeón de Roland Garros de Francia en un duelo decisivo sobre su superficie favorita.
Pero ahora la lista tiene un inesperado tercer nombre: Horacio Zeballos. “¿Quedó alguien? Vayan a ver a Rafa”, dijo sonriente el argentino en la conferencia de prensa tras su semifinal del sábado, en la que se impuso sobre su compatriota Carlos Berlocq.
El sábado, cuando el español estaba por salir a la cancha para medir al francés Jeremy Chardy por la semifinal, un griterío lejano llegaba a la sala de conferencias. Ahí, apenas había un puñado de periodistas que aguardaba por el entonces número 73 del mundo (a partir de esta semana, el argentino estará entre los 50 mejores, tras un 2012 que lo vio jugar mayormente torneos Challenger.
“Quiero sentir nuevamente lo que es no tener chances de ganar”, bromeaba el sábado Zeballos. Lo hizo sin saber que un día después estaría alzando el título de tenis entre lágrimas.
Seguramente estaría recordando el único enfrentamiento ante el español, una segunda ronda de Roland Garros 2010, en la que Nadal se impuso por un contundente 6-2, 6-2 y 6-3. “Me cagó a palos (me destrozó). Quiero una revancha contra él”, dijo medio en broma medio en serio, tras acceder a cuartos de final. Y la tuvo.
Es cierto que en el partido del domingo apareció un Nadal bien distinto al que brilló en París en aquel año -algo lógico tras siete meses fuera de las canchas. Sin embargo, también es cierto que Zeballos mostró un tenis sublime.
El argentino ya venía entonado tras conseguir una victoria en dobles junto a David Nalbandian en la serie ante Alemania por la Copa Davis. Y tras lo visto este fin de semana en Chile, seguramente no sea su última serie.
Tras el cotejo a Zeballos le preguntaron sobre algo que puso en su cuenta de Twitter: “Preparándome para enfrentar a Dios en la cancha de tenis hoy”. Él respondió ante la inquietud con una broma: “Me fui a confesar con Dios y él me perdonó esta vez”.
Nadal, entre tanto, mostró que aún le queda un largo camino para volver al lugar en el que se encontraba cuando, el 28 de junio del año pasado, cayó en la segunda ronda de Wimbledon ante el checo Lukas Rosol. Ese fue su último encuentro antes de resentirse de la lesión en la rodilla izquierda.
“Quiero felicitar a Horacio por el gran torneo que ha hecho. Ha sido una de las semanas más bonitas de los últimos tiempos. Llevo tiempo sin sentir algo así, nunca voy a olvidar esta semana. Aunque no haya podido ser, para mí el hecho de estar aquí es un triunfo”, resaltó un frustrado Nadal, tras el cotejo ante el tenista rioplatense.
“Me superó. Se merece el título, tiene potencial y desparpajo en la pista. Yo tuve mis opciones y no he podido aprovechar. No jugué mi mejor partido esta noche. Necesito horas de vuelo”, analizó luego Nadal en conferencia de prensa.
Lo espera ahora São Paulo, la segunda escala de su inédita gira por Sudamérica, donde seguirá a la búsqueda de volver a ser el jugador que alguna vez fue imbatible.