Andrés Montaño, golpeado, cansado y contento, posaba ayer en la Villa Panamericana. Foto: Martha Córdova/ EL COMERCIO
Como buen esmeraldeño, Andrés Montaño, de 25 años, quería festejar su medalla con un buen encocado de pescado.
El flamante campeón panamericano de lucha durmió ayer hasta las 10:00. “Me duele todo el cuerpo, no quería levantarme”, dijo el deportista de 25 años, que la víspera había logrado para Ecuador la primera medalla de oro en esta disciplina. Desde 1951, cuando se realizaron por primera ocasión los juegos continentales, ningún ecuatoriano había ganado la presea de oro en lucha.
“Soy el primero. Mis compañeros me recibieron aquí en la Villa con lágrimas en los ojos”. Un parche blanco en su ceja derecha y otros dos vendajes pequeños, en los dedos anular y medio de su mano derecha, dan cuenta visible de lo complicado que fue llegar al título. “La pelea con el dominicano Jansel Ramírez fue muy dura. Le saqué siete puntos de ventaja, pero luego recibí el golpe en la ceja que me dejó totalmente mareado. Por momentos no sabía lo que sucedía”.
Cuando volvió en sí, miró el cronómetro y el puntaje. Había solo una diferencia de un punto. “Reaccioné a tiempo y me tocó aguantar lo más que pude, hasta que se termine el tiempo”. Ese combate fue clave para su camino al podio.
Luego se enfrentó con el estadounidense Spencer Mango. “Quería pelear con él, nunca lo había hecho, buscamos los videos, analizamos muy bien su técnica y planificamos nuestra estrategia”. Así fue como lo venció 9 -1. Finalmente, derrotó sin mayores complicaciones al mexicano Alí Soto por
11 -0. “Hace dos años fue tercero en el Mundial Juvenil”, recordaba el campeón.
El camino a la medalla estuvo acompañado de golpes. En la pelea con el dominicano Ramírez, se lesionó el dedo anular de la mano derecha. “Me lo viró, pero en el transcurso del combate, él mismo me lo puso en su lugar”.
En su regreso a la Villa, cansado y adolorido, Montaño tuvo que soportar una sutura de tres puntos en su ceja derecha. Su rostro aún lucía hinchado. “La lucha es un deporte tradicional en el barrio Venecia, en Esmeraldas. Ahí mismo está el coliseo y todos los niños íbamos a practicar”, relata. La práctica deportiva le abrió un camino diferente.
“Me crié con mi madre, mi abuela y mis tíos, ellos me decían que tengo que andar por el buen camino, que no puedo desviarme”.
Montaño les hizo caso y se refugió en los gimnasios. Hace nueve años conoció al entrenador cubano César Carracedo, quien ha sido un formador y la persona que ha desarrollado su talento hasta llegar al alto rendimiento.
Hace ocho años dejó de ser entrenador en la Federación de Esmeraldas y se fue a Manabí. Andrés los siguió porque siente que con él, la carrera está en ascenso. “Él es un gran responsable en la consecución de esta medalla de oro”.
Relató que, a sus compañeros de selección nacional, Carracedo les dijo que lo miraba como campeón panamericano. El miércoles amaneció tranquilo. “Me encomendé a Dios, ese día hubo un gran contacto. Le pedí que me ayude y él obró en mí”.
Ayer se comunicó con su madre, Santa Fermina Montaño, y su abuela, Luquina Arroyo.
“A mi madre no le gusta que pelee, por los golpes que recibo. Mi abuela se había puesto a llorar, pero luego, cuando gané, dice que espera un mayor apoyo de las autoridades”. La victoria también la dedicó a sus hijos, Andreus y Leandro, de 2 y 1 año, respectivamente. “De ellos es esta medalla”.