En el fútbol la táctica, la estrategia, la entrega y el toque, sin la precisión, no pasan de ser buenas intenciones. Lo que sucede actualmente con las selecciones nacionales es un ejemplo fehaciente.
La precisión es la silicona que une todos los factores anotados y permite a los equipos derrotar a sus rivales. Y golearlos cuando se dejan, como sucedió el sábado en Ponciano, donde la Liga se aprovechó de la blandengue defensa que le presentó el Manta y lo vapuleó sin misericordia.
Como argumentó en la rueda de prensa posterior al cotejo Edgardo Bauza, no es que su equipo haya jugado un partido perfecto. Lo que sucedió es que sus dirigidos estuvieron precisos y efectivos. Y transformaron en goles todas las ocasiones que tuvieron.
Bueno, las aprovecharon hasta que Hernán Barcos convirtió de penal el sexto gol albo y el quinto personal. A los 53 minutos.
Luego, los integrantes universitarios se distendieron y perdieron claras situaciones de gol -al menos cuatro- que en otras circunstancias les hubieran pesado.
El pobre desempeño del equipo ‘atunero’, que la noche sabatina saltó al gramado de la Casa Blanca sin ganas ni arrestos, facilitó el lucimiento universitario y disimuló sus errores.
El sábado la frase olmediana de ‘quien no espera vencer ya está vencido’ tuvo fiel cumplimiento con el equipo manabita, que se entregó a los albos sin luchar; casi casi con resignación.
Los pocos esfuerzos por sacudirse de esa modorra que tuvieron Efrén Mera y Giancarlos Ramos se ahogaron en la avalancha blanca; en un alud que no dio respiro ni permitió que los dirigidos por Carlos Pico pensaran y organizaran una defensa efectiva.
Los azucenas, en cambio, afrontaron el cotejo con otra actitud, con la victoria como única prioridad. Jugaron con la intención de romper esa racha negativa en la que han navegado las últimas semanas y que les ha hecho merecedores de los cuestionamientos y reclamos de su hinchada.
La receta que utilizaron los albos para sacudirse de ese ‘maleficio’ no pudo ser mejor: seis goles.
El reconfortante triunfo blanco también tuvo otros vectores.
Uno muy evidente fue la recuperación futbolística de elementos que, en un principio, fueron contratados por los albos para marcar diferencias.
En esa ruta anduvieron el sábado Ezequiel González, Hernán Barcos y Fernando Hidalgo.
El ‘Equi’ jugó el mejor partido desde que llegó al equipo y fue el autor de una anotación y coautor de otras dos. Su toque fino y milimétrico destrozó a la zaga celeste. Abrió la victoria con un espléndido tiro libre que derrotó a Damián Lanza, el eficiente portero atunero que empezó con esa jugada su vía crucis sabatino.
Barcos volvió a la senda que mejor conoce: hacer goles. Los cinco que anotó le servirán para recuperar la confianza en su poder definidor. Como todos los goleadores, el ‘Pirata’ estaba muy estresado porque sus disparos no llegaban a la red, a pesar del apoyo irrestricto que tiene del ‘Patón’.
Hidalgo, a su vez, mostró esa dinamia, esa entrega y ese panorama futbolístico que lo convirtieron en uno de los mejores volantes centrales del país.
En síntesis, el triunfo albo es reconfortante pero no definitivo. Y no debe confundir porque se logró ante un equipo que llegó a Quito sin ganas ni ambición.
La figura
Hernán Barcos, con la puntería afilada
Anotar cinco goles en un cotejo no es cosa corriente. Es más, en el fútbol ecuatoriano solo se ha logrado tres veces, la última en 1993. Pero a su efectividad, el ‘Pirata’ sumó el sábado entrega y compañerismo. Y se volvió a abrir el arco para el argentino.
La contrafigura
Luis Romero estuvo errático y belicoso
El zaguero central de 27 años tuvo una jornada triste el sábado en la Casa Blanca. Nunca pudo controlar a sus rivales, especialmente a Barcos, quien lo superó en todo el encuentro. Al final salió expulsado por propinar un codazo desleal al ariete albo.