Se acabó la Copa América y Ecuador regresa la mirada a su minúsculo fútbol, más minúsculo aún porque Chile abandonó el casillero de selecciones que nunca ganaron el torneo y deja a la Tricolor con una incómoda revelación: Ecuador no tiene opciones de ganar ese título en el corto plazo. Ni en el mediano.
Repasemos brevemente qué ha hecho Chile desde el regreso a la democracia: los clubes grandes estaban quebrados, pese a la bonanza económica general del país. Así que se cambiaron las reglas para que (casi todos) se administraran como empresas y no como parcelitas de poder local. Con una mejor gestión hubo recursos para apoyar a los nuevos talentos, con lo que Chile robusteció sus selecciones y los jugadores más brillantes se fueron a Europa (no a México).
Paralelamente, se encargó la selección a técnicos temperamentales, ganadores, verdaderos sacerdotes que exorcizaron el alma del jugador chileno para que el demonio del derrotismo (y la indisciplina) fuera extirpado. El caso del ‘curado’ Vidal evidenció que eso de la disciplina sigue relativamente pendiente, pero es evidente que Chile alcanzó esa mágica fórmula de clubes equilibrados, semilleros activos, entrenadores severos y jugadores curtidos en las mejores canchas del mundo.
¿Y Ecuador? Es una cruel coincidencia que, mientras Chile hacía historia con el penal de Alexis (solo un crack con enorme fortaleza mental se atreve a cobrar de esa manera y en esa circunstancia), en Ecuador Liga de Loja se negaba a jugar porque los futbolistas estaban impagos, mientras varios clubes hacer maromas para que los roles de pago estén al día. ¿Coincidencia? Ni tanto: ahí queda reflejada la enorme diferencia entre los chilenos y los ecuatorianos. Aprendamos.