El colombiano Anthony Zambrano se ejercita con pesas en las instalaciones de la pista Los Chasquis, en la Vicentina. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El vicecampeón mundial colombiano de los 400 metros, Anthony Zambrano, vive en el valle de Los Chillos. Reside en la casa del fisioterapeuta cubano Caridad Martínez.
El especialista le lleva todos los días en su auto a la pista de Los Chasquis, en la Vicentina. Otras veces, toma un bus para acudir a los entrenamientos donde se prepara con Álex Quiñónez, Ángela Tenorio, Marizol Landázuri y los mejores velocistas ecuatorianos.
Zambrano, de 21 años, se siente uno más del selecto grupo. Martínez y el entrenador Nelson Gutiérrez son sus guías y protectores. Él dice que ambos son como sus “padres”.
El medallista de oro panamericano (Lima 2019) nunca conoció a su fallecido progenitor. A un mes de nacido, su madre -Miladis Zambrano- dejó la Guajira para radicarse en Barranquilla. Ahí, para ayudarla, hizo tareas de albañil y de ‘bicitaxismo’ hasta que fue captado por sus condiciones atléticas.
En el 2015, llegó a la final del Mundial Juvenil en Cali. Al año siguiente fue finalista en el Mundial Juvenil de Polonia. Corrió la posta de los 4×400 de los Olímpicos de Río 2016. Estaba en la cúspide.
Meses antes de esa cita olímpica, ya había conocido a Gutiérrez, quien le ayudó en su preparación. La ecuatoriana Landázuri le presentó al entrenador de la Concentración Deportiva de Pichincha.
Zambrano participó en Río, pero una dolencia recrudeció. Una luxación en el tobillo derecho lo apartó de las pistas.
Su tobillo estaba hinchado. Pasaba acostado en Medellín. Se alejó dos años del deporte y llegó a pensar que no volvería. Su madre le dijo que se levantara. “Dios te hizo para cosas grandes”. Entonces, se revolvió y tomó una decisión. “Me voy a Ecuador”.
Desde enero, se radicó en Quito para reencontrarse con Gutiérrez y fue acogido en la casa del ‘fisio’ Martínez. “Hago lo que me dicen. Si dicen que hoy no puedo tomar un helado, pues lo cumplo”, cuenta el atleta, quien tiene tatuajes en sus piernas y escucha reguetón cubano a través de sus airPods.
El atleta colombiano Anthony Zambrano logró plata en los 400 m del Mundial de Doha, el 4 de octubre. Foto: Federación Colombiana de Atletismo
A Gutiérrez siempre le sorprendió la capacidad de su pupilo. Desde que lo vio supo que tenía un proyecto para medallista mundial. El caribeño ha pulido su técnica. Considera que su capacidad de rematar en los tramos finales es innata.
Este año ha sido el de la explosión. Desde marzo ha ocupado el primer lugar en pruebas internacionales, mejorando sus registros. En la final del Mundial de Doha, impuso 44, 15 segundos y una nueva plusmarca sudamericana.
Solo lo superó el campeón de la prueba, el bahameño Steven Gardiner. Su presentación despertó el interés en su país. En las dos últimas semanas, atendió entrevistas, habló con el ministro del Deporte y el presidente Iván Duque.
Volvió el lunes a la capital, a la que considera su refugio. Dice que aquí puede prepararse con calma y con el aliado de los 2 850 metros.
Tiene cargas de trabajo diseñadas por su técnico. Por las mañanas, corre al menos una hora, se ejercita con pesas y hace pruebas de explosión en la pista. En ocasiones, también debe volver en la tarde.
El reto son los Olímpicos de Tokio, a los que ya está clasificado al igual que Quiñónez. Por su marca, cree que puede llegar a la final. “Después todo puede pasar”, dice Zambrano, quien habla todos los días con su madre y su novia Tatiana a través de videollamadas de Whatsapp. Ambas están en Medellín.
Sus ilusiones por obtener una medalla olímpica tienen asidero porque en Doha se enfrentó a algunos de los mejores de la especialidad. Trepar al podio olímpico es un anhelo que comparte con Quiñónez.
Con todo, se toma con calma las expectativas. Por estos días, se prepara con los talentos juveniles de Pichincha a la espera de su amigo Quiñónez, quien tomó vacaciones tras lograr la presea mundial de plata de los 200 m, también en Doha.
En la Vicentina, también comparte las prácticas con su compatriota Jennifer Padilla.
Su otro coterráneo, Bernardo Baloyes, también se preparó en la capital, pero ya regresó a Medellín. En los últimos tres años, Gutiérrez ha preparado a foráneos en Quito. Zambrano es su última ‘perla’.