Una casa que dialoga con el volcán Cotopaxi y El Panecillo

La madera del piso y techo otorga calidez a la casa.

Cada día Rómulo Moya Peralta tiene la oportunidad de grabar en su mente y en el lente de su cámara una imagen única e irrepetible del volcán Cotopaxi, de El Panecillo y de la luz natural que matiza la materialidad de los edificios que se levantan en la avenida González Suárez, norte de la ciudad.
Desde las ventanas de su casa, ubicada en un terreno con pendiente en el barrio Bellavista, este arquitecto de origen argentino, ha sido testigo de los cambios que ha experimentado la ciudad en 24 años.
Moya Peralta diseñó su vivienda, de 400 m2 de construcción, cuando cursaba el quinto año en la facultad de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador. La terminó cuando alcanzó el título. Desde ese momento ha capturado decenas de postales.
Moya Peralta se enamoró del terreno por dos cualidades: su vista y cercanía con el centro de la ciudad. Quería vivir en el campo y estar a minutos de la zona comercial.
Para cumplir con ese deseo asumió varios retos. Se arriesgó y ahora vive en una casa donde se respira aire fresco todo el tiempo y donde la luz natural se apropia de los espacios sociales e íntimos durante la mayor parte del día. Eso también buscaba el arquitecto, director de la revista especializada Trama.
La vivienda, implantada en un terreno de una hectárea, está dividida en tres plantas. Se ingresa por el “techo”, según Moya Peralta, quien añade que el diseño de la casa se hizo en función de la forma del terreno y de obstáculos que se encontraron en el camino y que fue imposible librarse de ellos, como una enorme piedra, por ejemplo. Ese elemento generó una ligera curva en el diseño.
“El suelo de cangahua era tan duro que se rompían los picos. No pudimos sacarla -piedra y nos acoplamos a ella”. recuerda el arquitecto.

Cuando la puerta de ingreso de su casa se abre, sus invitados acceden a la sala, el espacio favorito del arquitecto, padre de dos hijas y esposo de María Eugenia Guzmán. Esa es su estancia consentida, pues desde uno de los sillones observa al volcán Cotopaxi y desde otro a El Panecillo. Esas visuales están dadas por unas diagonales que se observan en el piso.
Moya Peralta es un amante de las montañas y nevados, pues durante su niñez creció en Tucumán, provincia argentina donde termina la pampa.
Llegó al país cuando tenía 12 años y desde ese momento se dejó llevar por el encanto de la naturaleza. “Miraba y me admiraba al ver una ciudad en medio de las montañas”.
Su primer contacto con una de esas fue hace 41 años. Después tomar una siesta dentro del auto de su padre abrió los ojos y se encontró frente a frente con el Chimborazo. Más tarde vio al Cotopaxi.
Las imágenes se grabaron en su memoria para siempre, por esa razón cree que durante el diseño intentó establecer las visuales para apreciar al Cotopaxi y a El Panecillo. A este último atractivo turístico también lo divisó cuando llegaba a la ciudad. Estaba sin escultura.
En esa planta, además de la sala, está el comedor, una sala de estar y el baño social. El color blanco es protagonista en todas las paredes, mientras que en el piso y techo prima la madera, material que brinda calidez a un espacio que luce una arquitectura atemporal por el uso, sobre todo, del ladrillo. A eso, el arquitecto lo llama regionalismo crítico.
En el segundo piso está el área privada, compuesta por un dormitorio máster, dos habitaciones más y un estudio. En la última planta está una sala de juegos. Su puerta los conduce al interior del bosque.