El inmueble de 250 metros cuadrados de construcción está ubicado en el sector de Susudel, en el sur de Azuay. Allí hay una laguna artificial construida hace varias décadas. Fotos: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Tres aspectos inspiraron la edificación de la Casa de las Rocas, ubicada en Susudel, en el sur de Azuay. El inmueble tiene 250 metros cuadrados de construcción y fue emplazado en un terreno de más de 1 hectárea.
El primero surge cuando su propietario Fausto Cardoso caminaba en el 2015 por los Farallones de Susudel, que es una zona de avistamiento de cóndores. Encontró un espacio donde se destacan dos grandes rocas y una laguna artificial. Eso generó el deseo de construir una vivienda.
En la parte superior del techo se construyó una espadaña inspirada en la iglesia local.
Ese anhelo se vincula con la reflexión que tuvieron Cardoso y Koen Van Balen, profesor de la Universidad de Lovaina. Fue hace una década. Este último dijo que sería importante levantar buenos ejemplos de arquitectura que incentiven la recuperación de los materiales y técnicas ancestrales en el área rural, porque los emigrantes del Austro estaban edificando casas, que eran diferentes para el entorno.
Las rocas grandes son las protagonistas.
Cardoso dirige el Programa de Investigación de Patrimonio en la Universidad de Cuenca y con su equipo encontraron que el adobe de Susudel es extraordinario por su resistencia. “Prácticamente son bloques de piedra”. Ese fue el tercer factor que pesó.
La construcción empezó en el 2015 y finalizó dos años después, aunque aún se siguen haciendo mejoras.
Las paredes son de adobe y el piso es de ladrillo, que está inspirado en el recubrimiento de ladrillo de la iglesia de Susudel, que data del siglo XVIII. “Ese piso no se había podido reproducir en casi 200 años y lo hicimos tras varios intentos”. Le apoyaron artesanos azuayos como Rodolfo Sinche. Son piezas hexagonales alargadas, que tienen 50 cm de largo por más de 30 de ancho y 9 cm de espesor.
Las puertas fueron fabricadas con pino.
La Casa de las Rocas no está pintada. Las paredes fueron revestidas con tierra pulverizada, que luego de un proceso se convierte en una pasta y “los campesinos la llaman cascajo”, dice Cardoso.
Solo se empleó cemento en los cuatro baños, donde fue necesario colocar cerámica para controlar la humedad. Pino y ciprés es la madera utilizada en varios elementos.
La cocina es uno de los principales espacios de este inmueble. Está adosada a las dos rocas gigantes del lugar y son elementos autónomos desde el punto de vista estructural. “Pueden moverse de forma libre, en un sismo por ejemplo”. Ese fue el principal desafío, señala el arquitecto cuencano.
La vivienda tiene cuatro dormitorios, cuatro baños y sus áreas sociales. Según Cardoso, hay algunos recovecos y altillos que pueden ser utilizados para dormir. “20 personas pueden acomodarse cómodamente”.
El inmueble puede ser ocupado por 20 personas a la vez.
Cardoso señala que este proyecto también se convirtió en una suerte de laboratorio para aplicar diferentes técnicas con maestros de Susudel y de la capital azuaya.
Otra parte del patrimonio de la zona fue incorporado en la vivienda como una estructura o pequeña espadaña donde se colocó la tradicional cruz, inspirada en una torre de la iglesia de Susudel.