Una casa que aprovecha el mínimo espacio

El dormitorio de los arquitectos tiene vista al exterior, donde hay vegetación.

La calidad constructiva e historia de una vivienda es lo que más valoran los arquitectos Pablo Moreira Viteri, presidente del Colegio de Arquitectos de Pichincha, y Natalia Corral. Por eso hacen lo posible por conservarlas o mantener su esencia.
Moreira y Corral son esposos, tienen dos hijos y juntos han restaurado decenas de casas en diferentes sectores de la ciudad. Y su vivienda no podía ser la excepción.
Predicando con el ejemplo, rehabilitaron una casa que fue construida en 1967 por el también arquitecto Rubén Moreira Velásquez (+), padre de cinco hijos. Pablo es el último y quien se encariñó con la construcción, ubicada en el centro-norte de Quito. Está cerca de la Ecovía, de centros comerciales y supermercados.
Inicialmente, la familia Moreira-Corral pensó en construir en Cumbayá, pero tras analizar varios aspectos, entre esos el de la movilidad, vendieron el terreno y compraron la casa. Lo hicieron con ahorros, pues el banco les negó un préstamo.
Cuando llegó el momento tomaron en cuenta el predio, dejando de lado el valor constructivo de la residencia. Esta vivienda tiene una tipología de medios niveles y ha salido en varias publicaciones especializadas de arquitectura.
La falta de incentivos, según Corral, motiva a propietarios a derribar casas antiguas y construir nuevos edificios. “Ahora prima lo más rápido, lo más cómodo. Nosotros creemos que la rehabilitación es una forma superinteresante de hacer ciudad”.
La casa está implantada en un lote de 300 metros cuadrados y tiene 250 metros cuadrados de construcción. Conservó su distribución inicial hasta una primera intervención hecha por Moreira Velásquez, en 1994.
La dividió en dos, tras la salida de sus cuatro hijos y lo hizo con el propósito de rentar la planta superior. Aquello se quedó solo en planes, pues el padre bajó al primer piso y en el segundo se instaló el taller de arquitectura MCM+A.
Tras la partida de Moreira Velásquez, Los Moreira-Corral habitan la planta superior, mientras que la planta baja está arrendada desde hace dos años a una familia.
A la planta alta, de 120 metros cuadrados de construcción, se llega por una puerta que abrieron para mantener la privacidad en ambas viviendas. Esa segunda intervención se hizo hace cuatro años.
Actualmente, la cocina, lavandería, sala, comedor y cuarto de huésped funciona donde antes era el taller de arquitectura y, originalmente, el área íntima de la familia.
Incluyeron luz cenital en el interior, utilizando claraboyas para aprovechar al máximo la luz natural. La iluminación vertical está al final del pasillo, en la sala de TV, área de lavandería. También hay una doble altura en la sala que se nutre de la luz que ingresa por una pequeña ventana que se abrió en la primera intervención.
A la sala de TV la luz llega a través de unos tragaluces con forma circular que se instalaron en el techo, por donde la familia transita para llegar a los dormitorios.
De la casa original conservaron el piso y la madera de chanul que está en ventanas y puertas. “La madera del piso era del espacio íntimo, pero funcionó bien en esta área social”, cuenta Moreira.
Con la madera reciclada elaboraron mobiliario para la sala y cajonería para la cocina. Ambos diseñaron y construyeron, logrando muebles funcionales que aprovechan al máximo los espacios, incluyendo las esquinas.
En la sala conservaron una estructura de cemento, parte de un clóset, a la que colocaron un espaldar y la convirtieron en banco. “Está la huella de lo que hubo en ese lugar”.
Esos detalles forman parte de la riqueza de la vivienda, construida con hormigón armado y ladrillo, y a la que han incorporado elementos metálicos, por ejemplo, para lograr un ambiente contemporáneo.
Para lograr ese objetivo también jugaron con colores vivos como el amarillo y azul. El rojo, uno de los favoritos de Moreira Velásquez, se mantiene en el cuarto de baño.
Respetaron la fachada y añadieron vegetación y 22 orquídeas para estar en sintonía con los árboles que rodean a la casa. En la vereda hay un cholán en el que se posan pájaros para cantar: la riqueza a la que se referían y prefirieron los arquitectos.