Un inmueble de Otavalo reúne íconos indígenas de América

El símbolo que más sobresale es la chacana, que es una referencia al sol.

Una edificación de ladrillo y techo de teja, en forma hexagonal, concentra las áreas que componen el Museo Restaurante Tuparina Wasi (Casa de Encuentro, en español).
La propuesta en la construcción y decoración se complementa con un conjunto ecléctico de las culturas indígenas de América. Reúne elementos como la chacana de los pueblos andinos, las figuras de Nazca, Perú; los atrapasueños, de Norteamérica, entre otros.
La idea de este establecimiento turístico, ubicado en la comuna de Pucará Alto, en Otavalo (Imbabura), es reflejar la interculturalidad del continente, explica su propietario José Velásquez Cahuasquí.
Este kichwa, médico oncólogo de profesión, que vivió 14 años en Cuba, hizo el boceto del inmueble que sirvió de guía a un arquitecto otavaleño.
Para lograr la forma hexagonal del edificio se ajustaron ciertos detalles en los planos. Eso permitió ubicar la cocina y los baños en los vértices opuestos. Las modificaciones también identificaron una zona central para un escenario, destinado a las presentaciones artísticas.
Al segundo nivel, que ofrece una vista panorámica, le pusieron el nombre de Mirador Chacana, por su forma. Ahí hay grandes ventanales que permiten el paso de luz.
Desde este lugar se pueden observar la laguna de San Pablo, el volcán Imbabura, la ciudad de Otavalo, la montaña Fuya Fuya y el cerro Cotacachi.
A unos 200 metros del local está el árbol El Lechero, un sitio sagrado para los indígenas locales. Se cree que en épocas prehispánicas fue un gran observatorio astronómico.
Este mirador natural es uno de los atractivos para los viajeros que recorren Otavalo. Eso, precisamente, inspiró la creación de Tuparina Wasi.
La chacana, el símbolo que recoge la cosmovisión de los pueblos andinos, es recurrente en varios ambientes del inmueble. Este ícono que representa al calendario agrícola, con el tiempo de siembra, florecimiento, cosecha, coincide con los equinoccios y los solsticios, explica Velásquez.
Por eso, este elemento también fue construido cerca de la puerta de ingreso, con baldosas y pinturas de colores vistosos. En las ventanas de la parte posterior de la casona, igualmente, resalta la cruz andina.
Una reproducción parecida fue plasmada en un fondo de color negro y figuras de tonos amarillo, rojo y verde, en el techo de la primera planta, en donde funciona el restaurante.
En este dibujo además se recogen los tres mundos, representados con el cóndor, el puma y la serpiente, de acuerdo con las creencias. El ave es considerada un mensajero entre los dioses y los espíritus.
El puma, en cambio, simboliza la sabiduría, fuerza e inteligencia; mientras que el reptil, el mundo de abajo, denominado Ukhu Pacha.
En las columnas, en cambio, hay unas figuras de color negro que representan a los flauteros. Ese ícono fue recogido de la cultura indígena de esta localidad. También hay animales. Los dibujos tienen la rúbrica del artista Rey Tituaña.
Antes de iniciar la edificación de este nuevo sitio turístico se analizó el uso de materiales de la zona. Se pensó en el adobe, pero para que tenga más resistencia se optó por el ladrillo visto y la teja, indica José Velásquez.
En Tuparina Wasi, cada artículo de la decoración tiene su significado. Sobre el escenario, por ejemplo, hay una estructura de carrizos, conocida por los kichwas como castillo, del cual cuelgan alimentos. Estos presentes son infaltables en la celebración de la Fiesta del Sol.
También hay varias vasijas de barro en las que se cree eran sepultados los niños que fallecían aún sin tener un nombre, a los que denominan Awka Wawa (Niños Limbo).
Otra meta de este local es rescatar la parte cultural y religiosa de El Lechero, que se ha distorsionado, según Nancy Bonilla, esposa de Velásquez.