Las columnas están formadas por 16 bambúes de 12 metros de alto. En el techo hay caña guadúa y una estructura de metal en forma de teja que impide la filtración de agua. Fotos: Vicente Costales/ CONSTRUIR
En un terreno de 3 620 metros cuadrados, Édgar Rolando López Lascano edificó uno de los restaurantes más llamativos del valle de Los Chillos. Se llama El Antojo Manabita y tiene 2 000 metros cuadrados de construcción.
El espacio fue creado para que el visitante viva una experiencia gastronómica única mientras se transporta con su mente a las playas manabitas.
Con ese objetivo, precisamente, se decoraron los salones Coral, Fogón Manabita, Marea Alta y Alta Mar, y la terraza Vista Hermosa, distribuidos en tres pisos. Los colores de la bandera de Manabí -verde, rojo y blanco- están en varios espacios, al igual que postales de las playas.
Desde la terraza, en el último piso, se observa el volcán Ilaló.
El Antojo Manabita del valle de Los Chillos se impone con una estructura de bambú con caña guadúa superpuesta y una cubierta metálica tipo teja. Fue construido con mano nacional y con la guía de un arquitecto y un ingeniero civil.
López Lascano es el propietario y quien diseñó el tercer restaurante. El primero está en las calles Polonia y Vancouver y el otro, en Carcelén.
El del valle de Los Chillos es especial porque allí plasmó todo lo que soñó durante 28 años de trabajo y lo que aprendió en su breve paso por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. Se retiró por falta de dinero. “Soy un arquitecto frustrado”.
La construcción empezó en el 2014, tras recorrer el Eje Cafetero y observar los usos del bambú y hablar con técnicos.
Los baños, en los tres pisos, tienen un diseño moderno. También hay bambú.
López Lascano contó que su arquitecto sabía de construcciones tradicionales, pero desconocía las características del bambú. Como confiaba en su trabajo, lo invitó a recorrer el Eje Cafetero en Colombia, durante 10 días. “Quería que sea una estructura y proyecto que impacte y lo logramos”.
El Antojo Manabita del valle de Los Chillos tiene capacidad para recibir a 500 personas al mismo tiempo. Hay una cocina principal y una auxiliar.
Esta última descansa sobre la primera, que posee estructura metálica. Ese material se seleccionó por temas de seguridad, sin embargo, está revestido con bambú.
Las columnas están formadas por 16 bambús. Los troncos están enterrados en una base de cemento y sujetados por dos pernos que los cruzan y abrazan. Los bambús que integran las columnas alcanzan los 12 metros de altura.
Los perfiles de las puertas son de aluminio maderado. También hay vidrio.
Las piezas fueron tratadas con ácido bórico para evitar la presencia de polillas y lacadas para otorgarles brillo, pero manteniendo el color original.
López Lascano es oriundo de San Vicente y por esa razón se inclinó por una construcción con materiales de la zona donde nació y aprendió a cocinar, pero de la que se alejó cuando tenía 12 años. Llegó a Quito en compañía de su madre y de 10 hermanos. “Es como si una parte de Manabí estuviera aquí. Eso quería mostrar”.
Y así lo sienten también los comensales, pues en las mesas que están en el exterior, por ejemplo, hay nombres que recuerdan a la provincia manabita. En una está escrita la palabra sal prieta y en otra, pimienta. Adentro, en cambio, las mesas llevan el nombre de los diferentes cantones.
El restaurante tiene 2 000 metros cuadrados de construcción. Los juegos para niños también tienen bambú.
En el bar hay un letrero que dice Manaba Arrecho. “Somos arrechos en el sentido de que somos trabajadores. Nos levantamos a pesar de las adversidades”, dice López, padre de cuatro hijos, haciendo alusión al terremoto que azotó Manabí en abril del 2016.
Varias de las personas afectadas trabajaron en la construcción del restaurante que promociona platillos típicos, como el caldo de gallina, maduro asado, guatita.
Alrededor de 38 “maestros” llegaron al valle de Los Chillos desde Puerto López. Se los trajo porque ellos dominan técnicas ancestrales de construcción, fundamentales para garantizar seguridad.
Necesitaban mano de obra calificada y por eso la construcción resultó más costosa que una tradicional. El Antojo Manabita abrió sus puertas en febrero del 2017, pero la edificación concluyó a inicios de este año. Próximamente inaugurará su tienda de artesanías.