El título de esta columna nada tiene que ver con un 'thriller', un filme de ficción o una comedia hollywoodense. En absoluto. Tampoco se refiere a alguna de las cargantes novelas del estadounidense Tom Clancy, prolífico autor sobre temas de la vieja Guerra Fría del siglo XX. 'La caza del Octubre Rojo' es una de sus obras más conocidas.
La estadounidense Marsha Scarbrough, de 69 años, ha pronunciado la frase con la cual se rotula este artículo. Ella se refugiará en España, lo más pronto posible, luego de la posesión del magnate Donald Trump como el 45 mandatario de Estados Unidos.
La retórica antiinmigrantes de Donald Trump fue una de las claves de la victoria del republicano en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, según han señalado analistas.
No se trata de una ficción, aunque pareciera. En el nuevo 'socialismo real', decenas de miles de muertos 'votan' e incluso posibilitan que los favorecidos con esos sufragios ganen elecciones.
En el Municipio de Gioiosa Ionica, en el sur de Italia, se ha encontrado la fórmula para que los rostros de tres 'próceres' de la izquierda mundial tengan alguna utilidad práctica en la vida de al menos un grupo mínimo de personas.
El Banco Central Europeo (BCE) ha dado una pésima noticia a quienes han amasado fortunas con métodos nada sanctos o realizan negocios poco limpios.
En Brasil, en estos meses y años, se escenifica una suerte de tristísimo ‘reality show’. El mejor nombre -aunque hay muchos posibles- puede ser este: ‘¿Quién es el más corrupto y el más vivo?' O este otro: ‘¿Quién se hizo millonario en la política?’
Es de los Estados más pequeños y menos poblados de Europa. Y demuestra también que es de armas tomar contra los sospechosos de corrupción y fraude.
El estado de propaganda del chavismo, que controla el poder en Venezuela desde 1999, ha vendido, a lo largo de estos años, gato por liebre.
Este domingo 6 de diciembre (6D), Venezuela escoge entre dos opciones: 1. Seguir bajo la anarquía del chavismo, y 2. Empezar a esbozar un cambio. Un cambio que resultará complejo encarrilar después del desastre causado por el ‘socialismo del siglo XXI’.
El arresto en Haití, el martes 10 de noviembre, de dos miembros de la familia presidencial de Venezuela por presunto tráfico de drogas, agita el avispero en la República Bolivariana y fuera de ella.
Solo imágenes. La de la efigie del Che Guevara en la misa oficiada en La Habana. Las captadas con el eterno comandante Fidel Castro. También las de la detención de disidentes (entre ellos, Saque, María e Ismael), en la Plaza de la Revolución. Así se pudiera sintetizar la visita que el papa Francisco acaba de realizar a Cuba, si se echa mano estrictamente del recurso visual -porque el de los mensajes se quedó vacío-.
En la excolonia holandesa de Surinam se escenifica -día a día- una historia arrancada del surrealismo político (si este existe).
El ingrediente geopolítico también adereza el más reciente capítulo del esquema de corrupción que ha echado raíces en la FIFA.
Viví tres años en Bogotá y es posible que el titular de esta columna moleste a algunos.
Opinión (O) Juan Manuel Santos cada vez se parece un poco más a Andrés Pastrana. O peor aún: a Ernesto Samper. El parecido tiene que ver con la caída de su imagen, que se asemeja a la que en sus respectivos períodos presidenciales tuvieron sus dos colegas cuando eran inquilinos de la Casa de Nariño.
El dictador Anastasio Somoza García (alias ‘Tacho’) o su tercer hijo, el no menos siniestro Anastasio Somoza Debayle (‘Tachito’), ‘han vuelto a la vida’ en la Nicaragua actual, el segundo país más pobre de la región con poco más de 6 millones de habitantes.
Este no es el argumento o el bosquejo de un teleserial con altas dosis de sangre, del tipo de ‘Pablo Escobar, el patrón del mal’. Es, en realidad, un caso singular de la ‘realpolitik’ en uno de los países más bellos y ricos de la región, pero que carga con el lastre de un largo conflicto armado y de una clase política indolente y que, en la mayoría de los casos, solo defiende sus intereses y que ha instituido beneficios para los corruptos. Uno de ellos: el arresto domiciliario. Aunque, claro, hay excepciones.
Como periodista he realizado el cubrimiento de tres foros internacionales. Uno: la XI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebró en Lima, Perú, el 23 y 24 de noviembre del 2001 bajo el lema ‘Unidos para construir el mañana’. Dos: la XVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se realizó en Montevideo (Uruguay), el 3, 4 y 5 de noviembre de 2006. Y tres: la VI Cumbre de las Américas, del 9 al 15 de abril de 2012, en Cartagena de Indias, Colombia, con el lema ‘Conectando las Américas: Socios para la prosperidad’. En su formato, estos encuentros son parecidos: cargados de declaraciones incluso rimbombantes, buenos deseos, las fotografías oficiales e impresionantes operativos de seguridad. Y la organización, claro, demanda gastos. La de Cartagena, según la información del Gobierno colombiano, costó unos USD 35,3 millones.
Opinión (O) Coincidencia o no, los casos de presunta corrupción o de irregularidades hacen trizas las imágenes de los gobernantes de izquierda (o que se dicen de esta tendencia) de la región. Aunque por el grueso de las denuncias que afronta, no se equipara con sus colegas de corriente política, Michelle Bachelet, presidenta de Chile y (ella sí) con credenciales de socialista, acaba de colgar su estampa en esa penosa galería.