Opinión (O)
Juan Manuel Santos cada vez se parece un poco más a Andrés Pastrana. O peor aún: a Ernesto Samper. El parecido tiene que ver con la caída de su imagen, que se asemeja a la que en sus respectivos períodos presidenciales tuvieron sus dos colegas cuando eran inquilinos de la Casa de Nariño.
En la foto, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia cuando visitó el Ecuador en diciembre del 2014. Foto: Juan Carlos Perez / EL COMERCIO
“(Con Santos) todo está a la baja”. Así ha resumido en los primeros días de mayo la influyente revista colombiana Semana el escenario que afronta el sucesor de Álvaro Uribe Vélez.
El actual Mandatario tiene una imagen favorable del 29%, según una encuesta realizada por la firma Ipsos para Semana, las radios FM y RCN y el canal RCN.
Y eso no es lo peor: apenas el 23% de los consultados cree que Colombia va por buen camino. El sondeo se aplicó pocos días después de un ataque de las FARC que se cobró la vida de 11 uniformados colombianos, en el departamento de Cauca, en abril pasado.
Las razones del desplome de la imagen del ex Ministro de Defensa de Uribe Vélez son fáciles de encontrar. Las de mayor peso se atan con la azarosa marcha del proceso de paz con la guerrilla marxista de las FARC, que se inició en noviembre del 2012 y que en la práctica no ha arrojado –hasta ahora- resultados tangibles. Los optimistas en torno a un desenlace positivo de las tratativas de paz con los rebeldes encabezados por ‘Timochenko’, asimismo, han caído del 42% al 29%.
El pesimismo alrededor de los diálogos también se explica por otros factores. Uno de ellos es la persistente acción de los detractores del proceso, con el expresidente Uribe a la cabeza. Incluso el analista León Valencia, columnista de Semana (y exguerrillero del ELN) ha dicho a Blu Radio que “Santos le teme a los pronunciamientos y críticas de Uribe sobre el proceso de paz que se adelanta en La Habana. Cada que arremete Uribe contra el proceso de paz, Santos se pone a la defensiva. Tiene mucho miedo, cada que Uribe lanza una ofensiva, el Presidente se pone en una situación de duda muy fuerte”.
Incluso más intransigente y crítico con Santos y con las negociaciones con las FARC se ha mostrado el controversial literato Fernando Vallejo. “Pues para tapar la realidad monstruosa con cortinas de humo que no dejen ver lo que pasa, al sinvergüenza (Santos) le dio por armar en Cuba un dizque “proceso de paz” con la banda más dañina y criminal que haya conocido Colombia, los bandoleros de las FARC (…)”. Esas duras expresiones se escucharon durante la Cumbre Mundial del Arte y Cultura por la Paz, que se realizó en Bogotá.
Santos, que ha hecho de la firma de la paz con las FARC su programa estrella y que incluso ha insistido en la necesidad de imponer plazos para cerrar un acuerdo, ahora se encuentra en un laberinto. En el laberinto tallado por sus interlocutores de La Habana, que han terminado por minar el apoyo a las tratativas. ¿Por qué? Por la serie de condiciones e imposiciones que la guerrilla trata de lograr, algunas de las cuales resultan intolerables para la opinión pública colombiana.
En especial, ha sido vista como desafiante la declaración que ‘Iván Márquez’ diera en una entrevista con Noticias Uno. El jefe del equipo negociador de los rebeldes dijo: “La guerrilla no se someterá a pagar un solo día de cárcel ni entregará las armas”.
Video: YouTube / Canal: NoticiasUnoColombia
Los dichos de ‘Márquez’ dejan entrever que los sediciosos no están dispuestos a pagar ante la Justicia por una larga lista de crímenes. ¿Cuáles son los delitos que se les imputan? Entre otros, se incluyen 2 760 casos de desapariciones forzadas, según los datos entregados por la Procuraduría General de Colombia.
Clara Rojas, quien permaneció en cautiverio en manos de las FARC durante seis años (entre el 2002 y el 2008), dibuja un escenario más claro de los delitos perpetrados por la guerrilla fundada en 1964 por ‘Manuel Marulanda’ o ‘Tirofijo’. La directora ejecutiva de la Fundación País Libre, una ONG defensora de los DD.HH. y anti-secuestro, ha dicho que “en Colombia existen hoy más de 100 000 personas desaparecidas. En los últimos 40 años hubo al menos 40 000 secuestros, de los cuales se calcula que el 67% son de responsabilidad de las FARC; ni que decir de otros crímenes atroces como asesinato, masacres, reclutamiento, etc.”
Los señalamientos a los sediciosos no quedan allí: el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, ha señalado en reiteradas ocasiones que las FARC “son el principal cartel de las drogas de Colombia”.
Adicionalmente, el fiscal encargado, Jorge Fernando Perdomo, ha revelado que existen 1 500 sentencias condenatorias contra miembros de las FARC, de las cuales 130 están relacionadas con integrantes del secretariado (la cúpula) del grupo guerrillero.
El futuro del proceso de paz en Colombia, en realidad, está en manos de un interlocutor incómodo, que impone sus condiciones y ha evidenciado que intenta a toda costa eludir las responsabilidades judiciales y las condenas por sus delitos. Una posibilidad que es rechazada por la mayoría de colombianos.
Entre las condiciones que las FARC han puesto sobre la mesa está la participación del líder guerrillero ‘Simón Trinidad’, en los diálogos que se realizan en la capital cubana. El rebelde, cuyo real nombre es Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, fue capturado en Ecuador, en el 2004, y luego extraditado a EE.UU. En este país recibió una condena de 60 años de cárcel por su demostrada intervención en el secuestro de tres ciudadanos estadounidenses. Hasta el momento, Washington no ha dado una respuesta sobre si permitirá o no la presencia de ´Simón Trinidad’ en las tratativas en La Habana.
En ese estado de cosas, se ve complejo (aunque no imposible) que Santos pueda llevar a buen puerto su programa insignia, que lo incluiría en la nómina de aspirantes al Premio Nobel de la Paz. Pero por ahora, él se encuentra atrapado en un laberinto laboriosamente tallado por los dirigidos por ‘Timochenko’. ¿Saldrá de él? Eso ya no depende solamente del Presidente, sino incluso de factores externos, como -por ejemplo- la respuesta de EE.UU. para que ‘Trinidad’ pueda intervenir en los diálogos en Cuba.