Los cambios sociales no dan tregua. En la familia, la escuela y el trabajo se producen nuevos comportamientos, ahora articulados a los saberes emergentes. En este contexto, el estudio del discurso didáctico cobra importancia. Uno de los primeros en investigar fue Michel Foucault en ‘Vigilar y castigar’. Algunas aproximaciones.
Los sociólogos formulan reflexiones sobre la incidencia del poder en las relaciones sociales. La pareja y por extensión la familia generan una serie de espacios donde se ejercen liderazgos, adhesiones, así como modos de ser y actuar que configuran la vida cotidiana. Los agnados y cognados –en Roma-, los primeros por los vínculos sanguíneos, y los segundos por vínculos políticos, constituyeron y constituyen la red de estas relaciones.
Cualquiera que sea su origen estas relaciones se consolidan y transmiten, se aprenden y difunden a través del lenguaje, que es el vehículo de la cultura. Este sistema de comunicación verbal y no verbal, escrito y no escrito, forma el acumulado cultural, que se desarrolla en todas las familias, de manera espontánea; también en las escuelas mediante el currículo oficial y en el mundo laboral donde se practican diversas modalidades de autoridad, en la que se privilegian diferentes formas de dominación o dependencia.
La Semiótica
El discurso de los docentes no ha sido estudiado en el Ecuador. En otros países, una nueva ciencia –la Semiótica o ciencia del signo- ha identificado los factores que intervienen en los comportamientos de profesores y estudiantes, y sus posibles significaciones en la construcción de patrones de comportamientos, habilidades y competencias, y que, de cierta manera, configuran modelos de actuación en los escenarios sociales, económicos y políticos. ¿En qué medida los profesores y sus didácticas indicen sobre el pensamiento, comportamientos y acciones de los estudiantes –futuros ciudadanos y profesionales-?
El sujeto y el poder
Michel Foucault tiene una obra magnífica –‘Vigilar y castigar’– en la cual analiza el tema del poder. Para Foucault el poder no puede ser localizado en una institución o en una estructura y ni siquiera en el Estado. ‘El poder es el resultado de una relación de fuerzas y está en todas partes’.
En ese sentido, el poder –entendido como la habilidad de influir en el comportamiento de otras personas de manera deliberada y en la dirección prevista- no solo reprime sino que produce efectos de verdad, produce saberes, en el sentido de conocimientos. Por lo tanto, la vida está ‘cruzada’ por el poder, debiendo ser protegida, transformada y esparcida. Max Weber, en cambio, sostiene que ‘el poder es cada oportunidad o posibilidad existente en una relación social que permite a un individuo cumplir su propia voluntad’.
Currículo oculto
Si bien el tema planteado es complejo está reconocido que los ámbitos familiar y educativo son espacios reales donde se aprenden conocimientos, valores y modos de actuación, que luego son afirmados por la sociedad. El lenguaje, insisto, –tanto verbal como no verbal- es el vehículo privilegiado en el cual se impregna la matriz cultural, cuya expresión lingüística es el discurso de padres y profesores.
Algunos discursos afirman la autoridad y se encuadran en mensajes de liderazgo compartido o democrático, o de imposición o mando, afines al autoritarismo; otros, en cambio, comunican actitudes de indiferencia, pasividad o prescindencia, y en ocasiones de negativismo. En todo caso, no hay discurso neutro: todos, sin excepción, están cargados de significados.
El currículo oculto –no escrito y no verbalizado- es el que preside todos estos campos que explican estos discursos y sus efectos en las relaciones entre las personas. No se ha estudiado aún el impacto de la comunicación de padres y profesores, en el contexto del Ecuador; tampoco el tema del poder –aprendido en los escenarios familiares y escolares- y sus repercusiones en el ser y modo de ser de los ciudadanos, aunque hay evidencias empíricas de su enorme influencia.
Educación y emancipación
Un retrato de los poderes legales se puede encontrar en las leyes o normas. En cambio, los denominados poderes fácticos o reales son aquellos que existen y se ejercen independientemente de las normativas, y son más poderosas que aquellas.
A continuación algunas preguntas interesantes: ¿Quién ejerce el poder en las familias? ¿Quién manda y quién obedece? Y en las parejas, ¿qué sucede? Y en las aulas de clase, ¿quién tiene el poder? ¿Es el profesor, quien a través de su discurso; es decir, del poder de la palabra impone reglas, procesos, deberes y califica tanto ‘aprovechamiento’ como ‘disciplina’? ¿Qué efecto produce esta competencia, a veces ‘arrasadora’, que ejercen los docentes en sus alumnos? El modelo de sociedad autoritaria que vivimos, ¿es el resultado de los mensajes de padres y maestros? ¿Quién enseña a quién? ¿Acepta el sistema educativo divergencias o diferencias no solo de puntos de vista, sino otras reglas de juego? En este rollo, ¿qué papel juegan los estudiantes?
Más preguntas
¿Y los otros poderes? ¿De las secretarias en sus oficinas? ¿De los conserjes y miembros de seguridad en los edificios? ¿De los policías de la calle y las vendedoras en los mercados? ¿Y qué decir de los poderes de las personas que ‘cuidan’ los vehículos en calles y avenidas? ¿Y poderes de los sacerdotes en los púlpitos? ¿Y los militares con sus armas y vestimenta de camuflaje? ¿Y las portadas de los periódicos y revistas? ¿Y los avisos comerciales que nos invitan a gastar lo que no tenemos y no necesitamos?
En suma, las lógicas del poder están omnipresentes en todas partes. Y los profesores no somos incoloros ni inodoros: todo acto educativo tiene una intencionalidad. ¿Cuándo pensaríamos y aplicaríamos una educación verdaderamente emancipatoria y crítica?