El guapo de la barra

Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO.

Alejandro Ribadeneira

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central. Es periodista desde 1994. Colabora con el Grupo El Comercio desde el 2000 y se ha desempeñado en diversos puestos desde entonces. Actualmente ocupa el cargo de Editor Vida Privada.

Cevallos, el dirigente de los autogolazos en Barcelona

José Francisco Cevallos fue un estupendo arquero, pero como dirigente hace rato que no atina cómo atajar los descomunales errores que su administración comete en Barcelona SC, para desesperación de sus hinchas y para disfrute de los fabricantes de memes, que no se dan abasto con tan jugoso material. Como arquero, tapaba penaltis, tiros a quemarropa y chanfles. Como dirigente, la pelota se le va entre las piernas y hasta se marca graciosos autogoles.

Y pensar que, en algún momento, cuando todos celebraban la estrella 15, se lo llegó a nombrar como una de las caras más prometedoras, no solo de la dirigencia deportiva sino de la política nacional. Cevallos podría cumplir ese melancólico pronóstico, se decía entre vítores y copas de champaña, que afirmaba que el presidente del club que hiciera campeón a BSC era el candidato más fuerte para ser Alcalde de Guayaquil. Pero, luego del fiasco con Defensor, un equipo futbolísticamente pobre pero con una dirigencia profesional que sabe hacer su trabajo de mesa, pues para eso mismo sirve un dirigente, Cevallos sufre una verdadera pesadilla de relaciones públicas. Ya lo están considerando más nefasto que Maruri.

Lo paradójico es que casi todos los crasos errores de la era Cevallos son de carácter administrativo, lo cual es sorprendente para alguien que fue considerado en su momento el ministro más popular de Rafael Correa y que, se supone para alguien que intervenía en el Gabinete Ampliado, debe al menos entender cómo funciono la burocracia. Los casos de Frickson Erazo, Fidel Martínez y ahora de ‘Seba’ Pérez son escandalosas negligencias burocráticas. ¿Es posible que un Ministro de Estado y sus asesores no sepan qué hacer con el papeleo? Puede pasar una vez, pero ¿tres? La lista de fallas se engruesa por el pésimo manejo del caso de sustancias ilícitas de Michael Arroyo, la contratación de un José Ayoví sancionado por dopaje, los 6 puntos perdidos en un Campeonato en curso, la surrealista demanda de Ariel Nahuelpan mientras era jugador y otros hitos.

Cevallos también representaba la esperanza para devolverle a Barcelona el protagonismo internacional, perdido a costa del auge de Liga y sus copas. Cevallos hizo de las Noches Amarillas eventos de interés gracias a sus invitados, pero las copas internacionales han sido mediocres. En el 2017, la campaña superó las expectativas pero no borra la del 2016 (eliminación ante Zamora), la del 2018 (eliminación por General Díaz) y ahora esta vergonzosa derrota por la vía del escritorio. Al menos, BSC antes se quedaba afuera tras caer ante River, Boca, Palmeiras, Atlético Nacional, pero ¿sacarse uno mismo por no atender un trámite?

Más angustia genera a sus sufridos fanáticos que no se entienden las lecciones de esta amarga experiencia. Por ahí se intenta echarle la culpa a la Ecuafútbol. Por ahí hasta se habla de demandar a esa entidad, lo cual es imposible porque la responsabilidad del trámite de Pérez seguía siendo de Barcelona. Se le quiso culpar a algún soplón aunque en Defensor se dijo que hubo pistas para darse cuenta de que algo no estaba bien con Pérez. Se engaña con la idea de que se puede recurrir al TAS cuando ni siquiera era procedente el show de viajar a Asunción a apelar con este argumento risible: “El error existió pero fue culpa de la Ecuafútbol”, con lo cual de todos modos se reconocía que se jugó con la ventaja de un jugador no inscrito. O sea, viajaron a apelar dando la razón a Defensor.

La gran lección es que en el fútbol profesional todos son importantes, desde los jugadores hasta los dirigentes, pasando por los empleados y los hinchas. Todo es importante. Todo tiene una razón de ser. Cevallos al parecer ha administrado en soledad a Barcelona, sobre todo desde que se hizo Gobernador; ha perdido poco a poco a los allegados que comenzaron en su período y no ha sabido rodearse de gente competente que esté atenta a las “minucias”, gente que entienda que precisamente de las “minucias” se construyen los proyectos y que de los pequeños detalles dependen los grandes planes. A estas alturas, a Cevallos solo le queda preparar el camino para las elecciones de octubre. Quizás quiera ser reelegido pero, si sigue así, capaz que lo descalifican por un error en la inscripción de su candidatura.