Un monumento a los productores de hobo decora este parque.
El clima cálido de Ambuquí (Imbabura) es una de sus bondades para atraer a los turistas. Lo comenta Edgar Rosero, que encabeza la Asociación de Turismo Rural Ambuko.
Luego de jubilarse como profesor, este carchense y 12 vecinos más del barrio San Vicente de esta parroquia rural de Ibarra crearon esta organización.
El nombre está inspirado en un antiguo cacique karanki. Margarita Gutiérrez, oriunda de esta localidad, narra a los visitantes que este territorio era dominado por Ambuko.
En su relato, agrega, antes de la invasión de los incas este antiguo asentamiento se llamaba Ambuke. Hoy conviven indígenas, mestizos y afros. Por eso, a los viajeros les ofrecen una muestra cultural de los tres pueblos ancestrales.
Por lo pronto, la asociación ofrece paquetes con actividades de ‘full day’ y hospedaje.
Rosero recibe a los viajeros junto al puente de ingreso a esta localidad. Ahí les cuenta que el viaducto es considerado un patrimonio. Es una estructura del antiguo puente de El Juncal, que fue trasladada hace cuatro décadas.
Lidia Gutiérrez atiende en el servicio de alimentación.
Los visitantes pueden degustar un helado de hobo, fruto que ha dado fama al poblado. Incluso, en este mes se organiza una fiesta en su honor.
Rosero, en cambio, con sus manos indica en una montaña, que circunda a la cabecera parroquial, la silueta de una mujer que parece estar dormida.
El ascenso hasta a la cima, situada a 2 200 metros de altura, es una de las dos rutas que han establecido. La caminata dura entre 60 y 90 minutos.
Cuando se llega al sector conocido como el Corazón, Margarita Gutiérrez hace un ritual para pedir permiso a ‘taitas’ y ‘mamas’. Cree que eso les permite finalizar la excursión sin ninguna novedad.
En un risco, que tiene la forma de la nariz de la dama, hay una vista panorámica de las localidades de Carpuela, El Juncal, Pimampiro y varios poblados de la provincia del Carchi.
La otra ruta es una visita a las huertas que tienen centenarios árboles de hobo. En el recorrido se explica sobre la germinación, florecimiento, reproducción y cosecha.
Los excursionistas pueden recolectar y adquirir estos frutos anaranjados.
El agricultor Mesías Flores comparte los secretos para hacer cestos con las hojas de plátano, en los que tradicionalmente se vende los hobos.
En la gastronomía buscan darle un plus. Una de las novedades es el cebiche de mango, que es cultivado en este valle.
Daniel Castillo, responsable de cocina, dice que este plato fresco es una mezcla del fruto de la variedad Tommy Atkin y jugos cítricos. Va acompañado de patacón y maíz tostado.
En el menú también hay caldo de gallina, un platillo con fréjol guandul, que es endémico de la zona, chuleta de cerdo y arroz. Además, una parrillada de carnes de cerdo, pollo y tres tipos de embutidos. El visitante tiene la opción de sugerir la alimentación que desee.
Seis mujeres, entre afros y mestizas, se presentan con una danza a ritmo de bomba. También, el trío Tiempo Libre ofrece canciones ecuatorianas.
El costo por persona es de USD 22. Para hospedaje vale 10 más. También hay la venta de artesanías.