Un indicador clave de la banca es la tasa de morosidad, que mide el grado de demora en los pagos de los préstamos de los clientes.
El indicador en la banca privada se redujo a diciembre del 2018 comparado con igual mes del año previo; es decir, en general, en el país se están pagando a tiempo estas obligaciones. Pese a ello, la falta de educación financiera de la gente y cierta laxitud al momento de la valoración bancaria de la capacidad de pago del cliente ha hecho que la morosidad sea alta en tres tipos de créditos.
En el primer grupo están los hipotecarios del BIESS, donde errores en el modelo de concesión de créditos hasta 2014 generaron problemas en el pago de 11 725 operaciones.
Por norma de prudencia, una persona no debe comprometer más allá del 40% de sus ingresos para pagar deudas, pero el banco calculó ese porcentaje sobre los ingresos brutos; es decir, sin considerar que al final de mes el afiliado recibe un ingreso menor debido a los descuentos por concepto de aporte del IESS, impuesto a la renta o incluso cuotas de otros préstamos. El resultado es que morosidad en estos hipotecarios subió hasta cerrar en 6,56% al cierre del 2018 e incluso en el nicho de más de USD 150 000 llegó al 11,57%, cuatro veces más del de la banca privada para iguales créditos.
En un segundo grupo están los préstamos educativos. El Reporte de Comportamiento Crediticio Sectorial de septiembre del 2018 de la ‘Súper’ de Bancos (SB) anota que el “sector educativo” fue el que presentó la mayor morosidad hasta septiembre pasado, con una tasa del 7,16%. Parte de la cifra se explica por los créditos para estudios en el exterior entregados por el exIECE sin considerar la real capacidad de pago del cliente. La gran promesa ‘estudie ahora y pague al regresar al país’ fue difícil de cumplir en medio de una caída de la tasa de empleo adecuado.