
Aunque parezca que no, mandar un simple correo electrónico tiene efectos en el deterioro del medio ambiente. Foto: Pixabay
Contaminando el planeta con un e-mail

Cada día, más de 250 000 millones de correos electrónicos son enviados en todo el mundo. Cerca del 80% de estos son spam, es decir, correo basura enviado por robots y en los que se puede encontrar desde anuncios publicitarios hasta diferentes tipos de virus.
Así, un 20% corresponde efectivamente a la comunicación entre usuarios, quienes, en muchos de los casos, apuntan a ese método como el predilecto en el momento de reducir el impacto ambiental sobre el planeta (al no utilizar papel como en el método tradicional, por supuesto).
Sin embargo, el espíritu ecologista de los cibernautas no es del todo verde. La realidad es que detrás del inofensivo correo existe un consumo de recursos naturales en distintas escalas.
Basta un ejemplo: un empleado de una firma corporativa envía un correo electrónico de un megabyte a un colega que tan solo se encuentra a unos cuantos metros de distancia. Este correo, con su texto, imágenes y, tal vez, un documento adjunto, tardará en leerse cinco minutos.
En el momento de medir la huella ambiental de este proceso, y según un estudio de la Agencia para el Medio Ambiente y el Control de la Energía (Ademe, por sus siglas en francés), ese megabyte de información sumado a los cinco minutos de lectura que tardaría la persona frente a la pantalla resultaría en no menos de 19 gramos de emisiones de CO2 al medioambiente. En un año, y haciendo un envío diario de 20 de estos correos, esta cadena emitiría una cantidad similar de CO2 como la de un coche en perfectas condiciones que viaje no menos de 1000 km.
¿La alternativa es el papel?
No del todo, según el ingeniero ambiental Leonardo Luzuriaga. A pesar de que mucho del papel que se consume en la actualidad proviene de plantaciones de bosques creadas para este fin, en países como Ecuador falta todavía una cultura en torno al reciclaje. A su criterio, lo que se debería hacer es promover el uso inteligente del correo, que este servicio sea utilizado exclusivamente para su fin.
Algo similar propone Ademe. En las conclusiones de su estudio, si París y Nueva York redujeran un 10% el flujo de correos electrónicos, esto significaría una tonelada menos de CO2 en el ambiente.