Los miembros de la Fraternidad Transmasculina Ecuador se entrenaron el año pasado con ‘La Cobra’ Buitrón. Foto: Reproducción de fotos de la muestra Fraternidad Transmasculina Ecuador / EL COMERCIO
Cuando llegó a la adolescencia, la sensación de que algo no compaginaba entre su cuerpo y su mente se acentuó. Detestaba llevar falda en el colegio, así que hubo una temporada en la que antes de salir de clases sus compañeras formaban un círculo alrededor de ‘Panda’, para que se pusiera un pantalón y una chompa de calentador.
Sus amigas sabían que no se sentía bien como María José. Su corte de cabello no era nada femenino, estilo Goku, de ‘Dragon Ball’. Entonces tenía 16 y ya se daba cuenta de que no le gustaban los hombres, pensaba -recuerda- que era ‘lesbi’ (lesbiana: mujer atraída por otra mujer). Pero igual estaba inconforme, sin saber qué le pasaba. Así que con su mamá, con quien no se crió, emprendió una búsqueda en Internet.
Si no fuera por Google -anota- no habría conocido a más personas percibiéndose así. En el buscador escribió: “soy lesbiana pero me siento hombre”. Y descubrió que era un transmasculino, es decir que nació con sexo biológico femenino, diferente al de su identidad de género masculino.
Lo cuenta, ya con una voz gruesa, Sebastián Andrade, de 22 años. A los 18 empezó una terapia de reemplazo hormonal, casera, sin mayor supervisión médica. Las dosis de testosterona inyectables permiten ver un rostro varonil, con más ángulos, torso ancho y brazos trabajados en gimnasio. Si no fuera por su testimonio, nadie sabría que nació niña, biológicamente hablando.
La transexualidad, condición en la que se vio reflejado Sebastián, dejó de ser vista como un trastorno mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El lunes 18 de junio se conoció la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades, no actualizada desde 1990.
La llamada incongruencia de género (sentimiento de pertenecer al sexo opuesto) se incluía en las afectaciones mentales, ahora aparece en el capítulo de temas de salud sexual.
Pese a que es un triunfo para la comunidad Glbti, la activista Nua Fuentes, del Proyecto Transgénero, apunta que aún resta más por hacer en la lucha por despatologizar lo trans.
En Ecuador, aún no existe un protocolo específico para atención a pacientes transgénero. Según el Ministerio de Salud, se trabaja en un modelo de manual para tratarlos.
No atienden a niños o adolescentes con “disforia de género”. Ese diagnóstico respondería a “patologizar o a tratar como trastorno la decisión subjetiva de una persona que asume una identidad de género (masculina o femenina) distinta al canon corporal o sexo biológico asignado al nacer”.
Así respondió la Dirección Nacional de Derechos Humanos, Género e Inclusión, de esa Cartera. E indicó que solo sus psicólogos atienden a cinco niñas y adolescentes transgénero femeninas de Pichincha, Azuay, Santa Elena y Guayas, que llegaron desde el 2017.
Los chicos -detalló- reciben terapias afirmativas de género, para “facilitar y aliviar el riesgo de estrés, opresión y discriminación social y familiar. Se trata de que asuman su identidad sexual (subjetiva y autopercibida)”.
También informó que analiza la posibilidad de adquirir bloqueadores hormonales tomando en cuenta la capacidad adquisitiva del Ministerio, la calidad de los productos y la consulta a expertos internacionales sobre problemas de salud que deriven de su uso.
Pese a esa realidad local, el cambio de enfoque de la OMS resulta alentador para Leonel Alejandro Yépez, de 23 años. “Esperamos que ayude a que las personas trans podamos acceder a servicios de salud como tratamiento con endocrinólogos y psicólogos, así como a hormonas y cirugías”.
Leo, antes Talía, empezó su tratamiento con hormonas en marzo del 2017. Ahora mismo tampoco queda en él un rastro visible de la chica que sus allegados conocieron. En su cara hay una pequeña barba.
Leo y Sebastián son parte de la Fraternidad Transmasculina Ecuador (FTM), programa permanente del Proyecto Transgénero, que existe desde el 2000. Sus dos directores son Nua Fuentes y Alek Armas, dos personas trans.
La transmasculinidad y la identidad trans pasan por la construcción del cuerpo. Por lo que la FTM impulsa un programa deportivo, que articula reivindicaciones políticas y de identidad. Hubo un módulo de boxeo, con ‘La Cobra’ Buitrón.
Leo recuerda ataques de euforia. Eso le dejaron las primeras cargas de testosterona que se inyectaba en el muslo. Como otros jóvenes trans, para conseguir el cambio ansiado tuvo la guía de amigos y tutoriales de Youtube.
Pese a la transformación, aún usa un bividí especial para cubrir los pechos.
Hoy tendrá una cita médica para planear la mastectomía (extirpación de mamas). Si le regalaran una reasignación de sexo, seguro aceptaría, pues calcula que cuesta hasta USD 20 000. Está inscrito en un programa internacional que regala esa cirugía e histerectomías (retiro de útero). Por ahora, los pasos que ha dado le hacen sentir más contento con quien es: Leonel.