Karen Ramírez, del Hospital Metropolitano, revisa estudios de una tomografía de tórax. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Unas pequeñas y traslúcidas manchas, similares a lo que deja ver un vidrio opaco, develaron el porcentaje de afectación en los pulmones de Jorge Báez. El 15 de marzo, el abogado quiteño recibió un resultado positivo para covid-19.
Durante los primeros días, el hombre de 45 años no presentó signos de alarma. No hubo fiebre, dolor de cabeza ni tos.
Luego de cinco días sintió algo de dificultad para respirar o ahogo, por lo que acudió al médico, quien le hizo la primera tomografía de tórax.
Consiste en obtener una imagen en blanco y negro de los órganos de esta zona, como pulmones, corazón, vasos sanguíneos, vías respiratorias, costillas y ganglios linfáticos (parte del sistema inmune).
Se realiza por medio de una máquina, de forma de anillo o dona, que rodea el cuerpo de la persona, mientras está acostada. Así se toman las imágenes desde los distintos ángulos.
El proceso dura entre dos y tres minutos, debido a la radiación. Su objetivo es determinar el porcentaje de afectación o infiltrados en los pulmones.
Actualmente, se aplica a quienes presentan complicaciones graves por el SARS-CoV-2. Lo que implica que los galenos seleccionan al paciente que accede al examen.
Lo explica Cristian Armijos, médico radiólogo y jefe de Imagen del Hospital Metropolitano, de Quito. Allí hay dos equipos; uno para los infectados con coronavirus, como Jorge, quien es su paciente.
La primera vez que fue chequeado, el 20 de marzo, su pulmón estaba limpio; la imagen se veía completamente negra. Siete días después, aparecieron las complicaciones.
“La saturación repentinamente bajó a 84 (lo normal es sobre 90) ; me hicieron otra tomografía”, cuenta Jorge.
En ese segundo estudio ya se observaron las manchas blanquecinas. Estaban en el 25% de sus pulmones, por lo que debían actuar rápido. “Me enviaron tratamiento para desinflamar los órganos -hinchados por el coronavirus-”.
Para Armijos, estos exámenes ayudaron a detectar complicaciones en aquellos pacientes, cuya condición no era tan grave, pero podían empeorar. “Se ha salvado vidas”.
En esta casa de salud se han realizado 1 773 estudios a ciudadanos confirmados y con sospecha, desde marzo del 2020 hasta el 7 de abril pasado.
En sanatorios públicos, el número de tomografías a contagiados es superior. Solo en el Hospital Quito Sur, del Seguro Social o IESS, se realizan 2 500 estudios mensuales; de ellos, entre 1 500 y 1 700 han sido a ciudadanos con síntomas relacionados a covid-19.
Lo precisa Mireya Jurado, médica radióloga y coordinadora de Imagen de la casa de salud que priorizó a los infectados desde marzo del 2020. “El examen ha sido un apoyo para lograr un diagnóstico más rápido y oportuno”.
Por ello, el trabajo en esta área, al igual que en otras zonas covid-19, es intensa. Luego de la evaluación en emergencias, el paciente es llevado a la sala en donde laboran por turnos 19 licenciados en radiología y 13 médicos especialistas.
Los primeros se encargan de acomodar a la persona, que ingresa sin ningún objeto metálico, y le hacen el examen. Las imágenes detalladas (128 cortes) son enviadas a los especialistas para la interpretación.
El reporte es remitido a los tratantes quienes toman decisiones, como enviar al paciente a hospitalización, terapia intensiva o tratamiento en casa.
Aunque parece complejo, el proceso no dura más de 15 minutos. “Hemos tenido hallazgos importantes, como personas con neumotórax (colapso del pulmón) o enfisema (órgano con huecos) producto del virus. Unos se recuperan y otros batallan hasta el final”.
En el Eugenio Espejo también hay un equipo de tomografía. La mayoría de las personas con síntomas graves de covid-19 han pasado por esta máquina para saber en qué condiciones se encuentran.
Durante su estadía suelen requerir un par más de estos exámenes de imagen para ver su evolución. Lo explica el intensivista Manuel Jibaja. Y, anota, se usan para evaluar la condición de la persona, tras la recuperación y salida del hospital.
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