La mayoría de los cálculos coincide en que las olas del tsunami ocurrido tras el terremoto en Japón el 11 de marzo del 2001 viajaron por el Pacífico a más de 800 km por hora, velocidad que se aproxima a la de un avión de pasajeros.
Parecería imposible calcular el devastador efecto de un fenómeno de este tipo al tocar tierra, pero en el Reino Unido hay un simulador para recrearlo, con la principal finalidad de reducir los daños de futuros eventos naturales.
Pertenece a la firma de investigación HR Wallingford, cuyo cuartel general está cerca de la localidad de Oxford, en el Reino Unido. Consiste en un canal de 70 metros de largo por 4 de ancho, que utiliza 70 000 litros de agua para recrear lo que ocurre en un tsunami. Y la Agencia de Medioambiente de ese país utiliza los resultados de los estudios realizados en esa inmensa infraestructura para determinar acciones de prevención y mitigación de inundaciones.
Pese a que se trata de un problema de siglos en los centros poblados de todo el mundo, las actuales condiciones climáticas generan una mayor preocupación a este respecto.
Naciones Unidas alerta de un incremento en las inundaciones en los cinco continentes por el aumento de la temperatura a causa del calentamiento global, que al generar mayor evaporación de los océanos produce más precipitaciones.
No existe una forma estándar de afrontar estos riesgos naturales, pero es indudable que la tecnología se convierte en una gran aliada. Quito, por ejemplo, mantiene un sistema de prevención de riesgo que incluye inspecciones televisivas para monitorear el estado de los colectores y redes de alcantarillado.
Según datos de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps), la información se transmite a través de un robot, que envía la señal desde el interior hacia un vehículo equipado con audio y video. Ahí un operador puede identificar con detalle si existen fisuras, fugas u obstrucciones.
También cuentan con la plataforma Power BI, que es un visualizador histórico de la precipitación acumulada en 24 horas. Esto permite identificar la cantidad de agua registrada en las 35 estaciones climatológicas y pluviométricas instaladas en la ciudad.
Además opera la plataforma remota ParamHo que, entre otras funciones, facilita la visualización mediante gráficos de las condiciones climáticas de la capital en tiempo real.
Todo esto se complementa con la red de radares del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), que aporta datos en tiempo cuasi real sobre el comportamiento de la atmósfera en Quito. Junto a las imágenes satelitales, son el insumo del Centro de Operaciones de Emergencia Metropolitano para sus reportes sobre alertas de lluvias que pudieran afectar a la urbe.
Sistemas de bajo costo que son un gran aporte
En la Unión Europea se implementan acciones de prevención y riesgo que incluyen barras de metal y vidrio en los márgenes de ríos que cruzan zonas pobladas, todo según la estructura del suelo, con inversiones de millones de euros.
Sin embargo, hay iniciativas ‘low cost’ (de bajo costo) que dan buenos resultados. En Perú, desde el 2016 se utiliza un prototipo de estación de monitoreo climatológico en la zona de Chosica. Utiliza recipientes para recolectar lluvia obtenidos en impresoras 3D, un programa de recolección de datos de código abierto y paneles solares para garantizar el suministro de energía.
Y en Nepal, un sistema de alertas tempranas vía mensajes de texto promovió evacuaciones tempranas que salvaron cientos de vida durante los monzones del 2017 y 2018.