La salida de Federico Ravell de Globovisión era un deseo largamente anunciado en los muladares mediáticos del Gobierno.
Nadie como ellos para saber hasta dónde el canal podía aguantar las presiones contra los accionistas del único canal (después del cierre de RCTV) que no había cedido al chantaje oficial.
Globovisión aguantó el robo de microondas, las multas millonarias, agresiones a sus periodistas, la rapiña oficial contra la empresa del socio mayoritario. Desde la cúpula del poder de Chávez se propiciaron corridas de dinero contra el banco de uno de los socios, entidad cuya supervivencia sería la razón del chantaje para modificar la línea editorial de Globovisión.
No hay forma de mantener oculto lo que afecta a la sociedad: hoy sufrimos autocensura y la salida de pantalla de figuras emblemáticas del periodismo crítico. ¿Qué pasa con Globovisión? El Gobierno había prometido a uno de los accionistas salvar su banco si salía Ravell y ‘edulcoraban’ su línea editorial.
Resulta ingenuo, ¿o cobarde?, que con un régimen totalitario haya medios que se autocensuren creyendo que pueden salvarse de la amenaza.
Deberían leer la carta que Miguel Ángel Quevedo, director de la revista cubana Bohemia, escrita antes de suicidarse: “Sé que llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Pero culpables fuimos todos. Fidel (Castro) es el resultado del estallido de la demagogia y la insensatez.
“Todos contribuimos a crearlo. Los periodistas que conocieron la hoja de Fidel y su conducta gangsteril en la universidad, pedimos una amnistía cuando se encontraba en prisión.
“Fue culpable el Congreso que aprobó la amnistía. Los periodistas que lo colmaron de elogios. Los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores. Todos fuimos culpables. Ojalá mi muerte sea fecunda para que la prensa no sea más un eco sino un faro de orientación. Para que no se llenen de poderío las publicaciones sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir la integridad moral de una nación. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio. Fuimos un pueblo cegado por el odio. Que mis compatriotas me perdonen todo el mal que he hecho”.
Con Fidel en el poder, los medios fueron confiscados o clausurados y todas las libertades democráticas de la isla, conculcadas hasta el presente.
Miguel Ángel Quevedo pudo salir de Cuba, pero arrepentido por sostener al régimen (y atacar a los políticos democráticos), se suicidó en Caracas, Venezuela, en 1969. Su carta es una lección sobre los deberes democráticos de los medios de comunicación y los periodistas.
Tomado de El Universal, de Caracas