Redacción Guayaquil
El reflejo es difuso. Sobre el agua negruzca apenas se observan las paredes de caña del Suburbio de Guayaquil. A ratos, la marea borra la imagen de las casas ancladas en las riberas del estero Salado, junto al puente de la A.
El viento agita la superficie y una masa de basura corre hacia las orillas. Ahí, en medio de botellas, fundas, restos de comida y hasta animales muertos, un grupo de niños juega. El hedor es intenso, pero a ellos no les molesta.
El plan de trabajo
El Municipio se encargará de la delimitación de los esteros. Además, planifica declarar esta zona como Patrimonio Natural.
La Gobernación aportará con el control de las áreas de crecimiento de asentamientos informales a través de la Policía.
La Dirnea, junto con el Comando de Guardacostas, hará patrullajes fluviales para frenar el cierre del canal de navegación.
El Ministerio de Vivienda planificará proyectos habitacionales, si se llegara a necesitar la reubicación de las familias.
Las universidades (Guayaquil y Espol), aportarán con estudios demográficos y de remediación ambiental en los distintos ramales del Salado.“Siempre hay basura pero es nuestra casa”, cuenta Guadalupe Valle. Ella vive en la 12 y Cristóbal Colón, a orillas del Salado.
Las bases de madera de su vivienda están sumergidas en el agua. Y los tubos de desfogue de la cocina y del baño desembocan directamente en el estero.
Hacia el sur, en la Isla Trinitaria, algunos ramales ya desaparecieron. Uno de los puntos más críticos es el canal de acceso al Puerto Marítimo. Las piedras y los escombros, que forman el relleno de las casas de madera, le ganan espacio al estuario.
Tanto el estrechamiento de los canales como la contaminación preocupan a las autoridades de la Dirección Nacional de Espacios Acuáticos (Dirnea), entidad que dirige un plan de rescate.
La Gobernación de Guayas, el Municipio de Guayaquil, la Prefectura, varios ministerios, la universidad de Guayaquil y la Escuela Politécnica del Litoral se sumaron a esta iniciativa.
“La idea es motivar la regeneración. En varios tramos ya han replantado mangle. Pero hay zonas donde han desaparecido los esteros, los rellenaron”, señala Jaime Ayala, director de la Dirnea.
El estero Cobina, en Las Esclusas (sur), es uno de los más afectados. A esto se suman zonas como la calle 4 de Noviembre, donde el asfalto reemplazó hace varios años a un gran ramal.
En el puente de la A y en la calle 42 (Suburbio), la historia se repite. Algo similar ocurre en la Trinitaria (sur), donde apenas quedan pequeñas lagunas verdosas.
Y en la zona de Salitral, una de las últimas áreas naturales ubicada junto a la vía Perimetral (este), varias hectáreas de manglar fueron taladas para construir nuevos asentamientos informales. Según datos del Municipio, unas 70 hectáreas de zona de manglar han sido rellenadas, según los registros desde 1955.
La grave contaminación del estero también inquieta. Sin embargo, este daño tiene remedio. El Instituto de Ciencias Químicas y Ambientales de la Espol tiene un plan para tratar sus aguas.
Fernando Morante dirigió este proyecto desde los laboratorios, donde se analizaron varias muestras para determinar los agentes contaminantes de los distintos tramos del estuario.
“En zonas como el área norte del puente Miraflores (Urdesa), arrojan desechos industriales. En otras, como el puente 5 de Junio (oeste), hay más desechos residuales urbanos”.
Amonio, metales pesados y microorganismos fueron los resultados que rebotaron de las pruebas. Para contrarrestar su efecto, el equipo de investigadores aplicó zeolitas naturales, un mineral que se encuentra en la cordillera Chongón-Colonche. “Las zeolitas retienen los contaminantes. Son esponjas que, a nivel molecular, absorben los materiales y las aguas pasan limpias”.
El plan a futuro es la instalación de microplantas en los puntos de descarga del estero para que la masa de agua que ingresa a los ramales sea más limpia.
Otro de los pasos para frenar la contaminación es hacer un censo. La Escuela de Sociología de la U. Estatal hará esa parte. Su director, Galo Cervantes, dice que el plan apunta a mejorar la calidad de vida de los moradores del estero con un cambio de infraestructura (malecones y muelles) y la creación de microempresas.
Esteros como Las Casitas, Las Ranas y Mogollón, en el sur, concentran la mayor cantidad de asentamientos informales.
Tomás Valencia vive a orillas del estero Mogollón. En su canoa recorre el agua turbia de ese ramal que se interna en el Suburbio. Con un palo trata de sacar los desperdicios que flotan debajo de su vetusta casa. “Si hace mucho sol no se soporta el olor, pero no tengo adonde ir. Esta ha sido mi casa por más de 10 años”.