En un año creció el poder de una mafia en el centro de rehabilitación de Turi

Imagen referencial. Elementos de la Policía Nacional conforman el segundo filtro de seguridad, más cercano a los privados de libertad de la cárcel azuaya. Foto: EL COMERCIO
El cruce de disparos se dio con fusiles automáticos. Los gruesos casquillos quedaron regados en los pisos de los pabellones de máxima seguridad y en los patios de la cárcel de El Turi. Paredes, puertas y ventanas estaban destrozadas por los proyectiles.
Los agentes aún rastrean los sitios en donde las mafias ocultaban las armas. Lo que sí se confirmó fue que la disputa se dio entre miembros de una misma organización criminal para obtener todo el poder en los pabellones.
Según los informes policiales, esta banda tomó fuerza desde febrero del 2021. En ese mes, miembros de esta red atacaron a los cabecillas de otra organización que históricamente controlaban esta cárcel. Desde entonces, esta nueva mafia, que también opera en las cárceles de Guayaquil, Latacunga y Esmeraldas ha impuesto un modo de vida a los internos de Turi.
Hechos recientes
En el último año se detectó que ellos se encargan de la clasificación de prisioneros, alimentación y el control de las puertas entre secciones. Eso lo confirman dos agentes penitenciarios que ayer hablaron con este Diario. Uno de ellos indicó que trabajó en ese centro hasta finales del año pasado. “Son nueve pabellones y cada uno tiene un jefe. Nosotros no teníamos acceso a las celdas porque éramos pocos. Todo eso se informó a las autoridades”, señala.
Los reportes de los guías escalaron a informes oficiales de Rehabilitación. En un documento, de 526 páginas, se menciona cómo es la vida en la cárcel de Turi. Se confirma que la comida, financiada por el Estado, se entrega en las puertas de los pabellones a los cabecillas. “No se pudo constatar si llega a todos los privados de libertad. Se nos ha dicho que sí. Se desconoce bajo qué criterios es repartida”, se lee en una de las observaciones. Asimismo, se indica que la separación de detenidos no se realiza con base en el nivel de peligrosidad o delitos. Cada interno debe asociarse a una banda delictiva y tatuarse sus símbolos.
Eso lo confirma Nelsa Curbelo, miembro de la Comisión de Pacificación de las cárceles. Ella ha visitado esta y otras prisiones y revela que los tatuajes se hacen contra la voluntad de los detenidos. Además, los realizan con insumos precarios e insalubres. Ahora, esos tatuajes también son parte de las características que Criminalística analiza para identificar los cuerpos.
Ausencia de controles
Por otra parte, los informes señalan que las puertas de los pabellones son manejadas por los mismos detenidos. Hasta febrero del 2021, los agentes controlaban esos accesos, pero con la disputa de ese mes los sistemas quedaron averiados hasta la fecha.
La cárcel de El Turi tiene 66 celdas en cada pabellón. Todas con una capacidad para seis personas a excepción de ‘Máxima B’ que fue adecuado para una persona por celda por la peligrosidad.
Pero los reportes oficiales señalan que esta área también fue afectada y quedó inhabilitada.
Por todos estos hechos, ahora el poder de las mafias creció en esta cárcel y para expertos en seguridad detrás de las mismas hay estructuras internacionales.
Wagner Bravo, exjefe del Estado Mayor de Fuerzas Armadas, dice que una hipótesis a indagar es si este nuevo hecho de violencia en Turi es una distracción de las mafias para concretar otras actividades ilícitas en las calles.
“Los que están presos siguen ordenes de otros cabecillas que están afuera. Puede ser que se trate de una estrategia para que el Gobierno y las Fuerzas se centren en la cárcel y puedan sacar droga por las fronteras”, señala Bravo.
El Gobierno ha anunciado que destinará USD 75 millones a rehabilitación social en los próximos cuatro años. Ya se han realizado cinco contrataciones por USD 3,6 millones en los últimos seis meses. Pero hay muchas falencias. En Turi no sirven el escáner de objetos ni el corporal. El de vehículos también está dañado.