Aquel sábado 29 de julio Luis Javier Corrales Mera se despidió de su madre. Iba a una reunión con compañeros de trabajo y no volvió. Nancy Mera, madre del joven que entonces tenía 21 años, recuerda que le pidió la bendición; le dio un fuerte abrazo y lo vio marcharse.
“Era cariñoso, siempre andaba de buen humor. Era un hijo bueno y no sé por qué le hicieron desaparecer”, se desgarra la mujer y muestra la última foto que conserva en el álbum familiar: el joven sonríe.
También muestra las imágenes del día que se graduó de bachiller en el colegio Técnico Atahualpa, vestido con traje azul, muceta y birrete.
En la casa, su madre y su padre, Luis Corrales, conservan un afiche con la frase: “Ayúdanos a encontrarlo”. Este cartel le entregó al Gobierno días después de la desaparición.
Desde ese sábado, los esposos no han dejado de buscarlo. Viajaron a Quero, Pelileo, Patate, Quisapincha y otros sitios.
La mujer, de 69 años, dice que han recibido ayuda de familiares y amigos. Recuerda que desde 2006, 13 fiscales han pasado por el caso y que no existen respuestas hasta este 6 de junio del 2021.
La madre asegura que a las 21:00 del día de la desaparición recibió una llamada al teléfono que aún conserva. El texto, que ingresó desde un número desconocido, decía: “Soy Javier, estoy en una fiesta con un amigo; me va a ir a dejar no se preocupen. Hasta luego”.
“Esa noche no pude dormir. Me levanté preocupada a las 06:00. Desperté a mi esposo y le dije que Javier no había dormido en la casa. Él trató de tranquilizarme y me dijo que posiblemente se quedó donde algún un amigo y que pronto llegaría”, indica la madre.
Media hora más tarde, Mera salió y preguntó a los vecinos si lo habían visto. Llamó por teléfono a sus sobrinos porque quería saber si el chico fue a casa de ellos, pero todos respondieron que no. Desesperada, al mediodía marcó al número telefónico de donde enviaron el mensaje, pero estuvo apagado.
La madre asegura que el lunes en la mañana, con su hija Tatiana bajaron en bus hasta Pinllo y que allí encontraron a uno de los amigos de Javier. Le preguntaron si lo había visto y un poco nervioso aseguró que no y se bajó del bus. “Eso nos pareció bastante sospechoso”
Tatiana se quedó en el trabajo y Mera se fue a la morgue y a la Policía, para ver si sabían algo del joven, pero no había noticias. Entonces puso la denuncia formal por desaparición.
“Mientras hacía eso me llamó Tatiana y me dice que un amigo llamado Cristian y otros le han llevado a una fiesta de grado en la parroquia Santa Rosa y que ya no lo han visto”.
Enseguida se reunieron los hermanos, tíos, amigos y vecinos y se dirigieron al lugar, pero nadie habló del tema. “Mi hermano nos dijo que nos están tomando el pelo y que debíamos ir a la casa del amigo en la parroquia Quisapincha, para que él nos diga qué pasó”.
Cristian les confirmó que Javier sí estuvo en la fiesta de grado, pero que luego se fue.
Los familiares recuerdan que nuevamente se dirigieron a Santa Rosa a la casa en donde se organizó el encuentro.
Entonces, una vecina contó que le había prestado una cobija para que se acostara en el balde de una camioneta y que a las 02:00 se levantó y caminó con dirección a Ambato.
La mamá de Javier recuerda que cuando abandonaba el lugar, un adolescente se le acercó y le dijo: “Señora yo sé todo lo que pasó con su hijo, los de Quisapincha son los culpables”. Pero un familiar impidió que siguiera. “Le dijo calla vos no sabes nada y se fue”.
Minutos más tarde retornaron al sitio con los agentes de Policía, pero el adolescente desapareció y el caso pasó a la Fiscalía de Tungurahua.
El agente a cargo del expediente convocó a los tres sospechosos para que rindieran su declaración. “Buses llenos con comuneros de Quisapincha bajaron argumentando que ellos no sabían nada de la desaparición de Javier y que son unos chicos buenos”.
Mera dice que en esa audiencia se arrodillaba frente a Cristian, para que diga qué hicieron con su hijo. “Les suplicaba, pero repetían lo mismo: se fue caminando en la madrugada”.