Cada detalle cuenta. El grosor de la boca, el tamaño de la nariz o lo poblado de las cejas son importantes para que los peritos de Identificación Humana diseñen un retrato hablado. Los agentes encargados de esta tarea reconstruyen el rostro de un sospechoso con ayuda de una computadora.
Es miércoles, cerca de las 09:00. Cuatro peritos trabajan en una oficina del segundo piso del laboratorio de Criminalística, en el norte quiteño. Ellos miran con atención la pantalla de sus ordenadores.
El sargento Aníbal Andrade está sentado en el último cubículo de ese salón. Él maneja un software especializado que contiene 4 400 tipos de orejas, ojos, bocas, narices, barbas o mandíbulas. El programa le permite al agente colocar o retirar en segundos los rasgos que conforman una cara.
El proceso se inicia con el diseño de la forma de la cabeza. Después se grafica la frente con sus arrugas, lunares o protuberancias. Sigue por los ojos y termina en la boca y mentón. Para tener más certezas, los agentes preguntan todos los detalles a las víctimas que se sientan en una silla contigua.
“Hay personas que recuerdan los detalles con bastante facilidad. Pero hay otras que dudan y debemos repetir hasta que esté convencida de que el rostro sea igual al de su atacante”, comenta el perito, quien lleva 10 años en Criminalística.
Para hacer los identikits se necesita una orden escrita de la Fiscalía, advierte el mayor Paúl Erazo, encargado del equipo. Ahí se indica la fecha y la hora a la que debe asistir. La imagen final solo se entrega al agente fiscal que lleva el caso.
Quienes trabajan en la sección de Identidad Humana coinciden en que la tecnología los ayuda. Desde el 2009 que empezaron a usar este software requieren de una hora para terminar un rostro. Antes necesitaban tres.
Era indispensable que el perito tuviese habilidades artísticas con el lápiz o grafito. La última persona que usó esa técnica fue el sargento Humberto Benavides, hoy retirado.
Cada semana llegan en promedio tres pedidos de Fiscalía para diseñar los retratos hablados. A estas oficinas asisten personas que sufrieron robos, secuestros exprés o estafas realizadas por sujetos a los que nunca antes habían visto.
Los registros oficiales de Criminalística señalan que las mujeres llegan con más frecuencia a esta oficina para describir a desconocidos que las atacaron sexualmente.
El trabajo de los peritos va más allá de los identikits. Tienen otras cuatro actividades. Por ejemplo, a diario analizan imágenes de sospechosos captados por cámaras de seguridad. Los videos llegan a Identidad Humana en varios CD, que pertenecen a una cadena de custodia.
La sargento Adriana Encalada está a cargo de un caso por delincuencia organizada.
Ella abre los archivos, revisa segundo a segundo cada grabación. Luego hace capturas de las tomas donde se identifican rostros. El trabajo se complica cuando las personas portan mascarillas o gorras. Por el contrario, todo se facilita cuando existen tatuajes, lunares o cicatrices.
En caso de que los procesados acepten son llevados a esa oficina para someterse a fotografías con una cámara profesional. Ahí, los peritos eligen el mejor ángulo para simular la posición en la que se encuentran los rostros obtenidos que aparecen en los videos.
La colaboración de los sospechosos queda registrada en un informe. Allí también se deja constancia cuando se niegan a asistir. En esos casos, las imágenes para comparar se obtienen de archivos del Registro Civil o de la Policía.
Encalada tiene un libro de 980 páginas que luce desgastado. La portada tiene el nombre de Investigación Criminal.
La sargento acude a ese material para comparar las fotos con las capturas de video. Así sabe si las cabezas que compara son periformes, romboidales o redondas. Para describir una frente hay 12 opciones, para una oreja 15, para la boca 16.
El trabajo es minucioso. El cotejamiento de una persona puede tardar un día; el de una banda delictiva, una semana.
En los últimos casos de connotación por corrupción durante la pandemia, en los que los procesados aparecen en grabaciones de video, los peritos usaron un programa que reconstruye los rostros en tres dimensiones y que determina con precisión las medidas de todos los elementos de la cara.
Mientras Encalada trabaja en su caso, el cabo Luis Túquerrez viste a un maniquí que está en la oficina. Los agentes reciben la ropa recogida en allanamientos policiales que supuestamente usaban los sospechosos en el momento de perpetrar un delito. El maniquí es fotografiado y todo es comparado con los registros de cámaras de seguridad que captaron a las personas que participaron en un acto ilícito.
Otro tipo de cotejamientos se realiza con grabaciones de vehículos que se usaron en la ejecución de delitos y que fueron recuperados por la Policía.
Ahí se observan el color, la forma de sus aros, llantas, calcomanías o tapicería. Identidad Humana también recrea las huellas de zapatos encontradas en escenas del crimen.
Realizan moldes de yeso para obtener las marcas. Al final, los peritos suscriben informes con las coincidencias halladas y se entregan a la Fiscalía.