80 exprisioneros son protegidos con botones de seguridad para evitar que sean asesinados por sus enemigos
Tras la masacre de 79 muertos, militares resguardaron la cárcel de Guayaquil. Foto: archivo EL COMERCIO
El tiroteo alarmó a los pobladores del bloque 12 del barrio Bastión Popular de Guayaquil. La gente dice que dos hombres a bordo de una motocicleta llegaron a plena luz del día y dispararon cinco veces a un joven de 22 años. La víctima permanecía en una esquina, mientras veía su teléfono celular.
En ese momento fue interceptado por los desconocidos.
Testigos cuentan que tras los disparos, el chico no pudo avanzar ni un metro y se desplomó sobre la vereda de hormigón. Los vecinos lo socorrieron y en una tricimoto lo llevaron a una casa de salud. Allí se confirmó el deceso.
Informes policiales muestran que el ataque está relacionado con la ‘guerra’ de redes delictivas por la venta de droga.
Los reportes de los uniformados indican que el joven estuvo preso en el 2020 por microtráfico. Los investigadores no descartan que la víctima sea parte del grupo de personas que salieron de reclusorios y han sido amenazados o acribillados por sus enemigos.
Los agentes que operan en el Puerto Principal advierten que esta arremetida contra expresos se siente con fuerza desde febrero, tras la masacre de 79 detenidos en cuatro cárceles.
Desde entonces, los servicios de Inteligencia detectaron que los líderes de cuatro organizaciones delictivas emitieron mensajes desde las celdas y ordenaron a sus emisarios que se encuentran en la calle que asesinen a sus oponentes que ya obtuvieron la libertad.
“Es una especie de venganza generalizada. Los jefes conocen a los enemigos que van a salir en libertad y dan aviso a sus hombres afuera para que terminen con sus vidas. Incluso, sabemos que las organizaciones han ordenado la formación de más sicarios para estos encargos”, sostiene un oficial que investiga estos hechos.
Durante los tres primeros meses de este año, en Guayaquil hubo 122 asesinatos. El 60% de las víctimas apenas había salido de la cárcel o tenía antecedentes penales.
Para evitar más decesos violentos, 80 expresos tienen ahora botones de seguridad. La idea es que en caso de algún atentado active la emergencia, para que los agentes acudan al sitio en el que se encuentren. Es una forma de protegerlos.
Además, se han delimitado mapas para que los uniformados patrullen las zonas en donde están los exprisioneros.
Infografía de cómo funcionan los botones de seguridad instalados por la Policía Nacional. Fuente: Dirección Nacional de Policía Comunitaria / EL COMERCIO
Sin embargo, las muertes no paran. En Bastión Popular, por ejemplo, la gente está atemorizada. El joven asesinado hace dos días no es el único caso.
Dos semanas atrás otro hombre, de 30 años, fue acribillado por sicarios. Los gatilleros le dispararon 10 veces. Era conocido en ese sector del noroeste de la ciudad como alias ‘Gualo’.
En zonas como Guasmos y Los Esteros, la Policía tiene ubicados a más de 50 expresos que han sufrido amenazas.
Un agente que vigila a uno de ellos dice que al día, la patrulla recorre dos veces por la casa del hombre. Él salió de la Penitenciaría a inicios de marzo y apenas llegó al barrio, dos desconocidos dispararon hacia la fachada de su casa. “Lo único que le decimos es que no salga de la casa, porque generalmente los enemigos los atacan en la vía pública”, cuenta el oficial. Eso ocurrió precisamente con un exprivado de libertad.
Durante la primera semana de marzo, él fue acribillado al pie de su vivienda, en el Guasmo Sur. Dos motorizados fueron vistos por los vecinos.
La Policía confirma que la víctima tenía pocos meses de haber salido en libertad; pagaba una condena por tráfico de droga y tenencia de armas.
En Pascuales, al norte de la ciudad, la gente también conoce más casos de expresos asesinados. El 1 de marzo, un hombre, de 32 años, que estuvo detenido en el 2020 por tráfico de narcóticos, fue atacado por sicarios. Al menos seis disparos fueron hallados en su cuerpo.
Para la Policía, cada muerte de estas personas implica redoblar esfuerzos, pues no solo se destinan agentes para indagar los crímenes, sino que también se activa a otros para que vigilen los funerales.
El 27 de febrero pasado, un joven fue asesinado en el funeral de su hermano, quien falleció dos días antes en una cárcel de Guayaquil. Un hombre encapuchado llegó al sepelio y disparó al chico.
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