Soy taxista desde hace 25 años. Un día salí a trabajar a eso de las seis de la mañana. Recorrí unas dos horas en busca de pasajeros pero no hubo nada y me fui hasta el sector de la Feria Libre (Cuenca), donde mi cooperativa tiene su espacio de estacionamiento.
Luego de unos 10 minutos observé a dos hombres que conversaban con un compañero taxista pidiéndole que los llevara hasta el sector del colegio de Turi.
Seguramente él pidió un precio alto y los hombres no se subieron. Pocos minutos después, uno de ellos se acercó hasta mi taxi y me dijo que le llevara a ese mismo sitio. Como le vi sospechoso le dije ‘le cuesta 5 dólares’ cuando lo normal es 3. Pero se subió y me dijo que no había problema.
En el trayecto hizo una llamada desde su celular y dijo “oye Patucho llego en unos cinco, aguanta en la entrada” y colgó. Yo le veía por el retrovisor y empecé a ponerme nervioso.
Llegamos hasta el colegio de Turi y me dijo que siguiera avanzando unos 2 kilómetros más adelante; acepté. Sin embargo ya había recorrido bastante. Entonces, le dije que no le podía llevar más allá, y en ese momento el cliente sacó una pistola y me apuntó en la cabeza. Me dijo que siguiera más adelante o que me mataba.
Durante el trayecto pensé en que me iba a morir y no sabía qué hacer. A ratos mi vista se nublaba; pedía a Dios que no pasara nada. Luego cinco minutos o más, no recuerdo, me dijo ‘pare’. Sin dejarme de apuntar con su pistola se bajó y de nuevo llamó otra vez por celular, pero solo dijo “muévete que ya le tengo”.
No pasó ni un minuto y otro taxi se estacionó detrás y se bajó el otro hombre. Entre los dos nos amarraron a los dos choferes y nos pusieron en el asiento de atrás. Fueron tan audaces que pusieron los dos taxis de frente con el capó alzado, para que pareciera que ellos eran taxistas y estaban arreglando algún daño o pasando corriente.
Se llevaron la llanta de emergencia, las baterías, los radios, los pedales, las computadoras, los cables, los celulares, plata, y del otro taxi se sacaron los aros de magnesio. Antes de marcharse me golpearon en la cabeza porque quería ver en qué auto se iban. Parecía una camioneta pero no pude ver bien.
Afortunadamente no nos hicieron más, podían matarnos. Después de unas dos horas se acercó una señora y al vernos amarrados nos ayudó. Llamamos a la Policía pero llegaron a las dos horas creo, de ahí nos dijeron que pusiéramos la denuncia.
La señora que nos ayudó nos dijo que siempre había asaltos en ese sector y que nadie hace nada.