En el hogar de la familia Muñoz Lupercio se levantó un altar para rezar por Estefanía. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El rostro de Estefanía Muñoz lucía irreconocible, su cuerpo estaba hinchado y su piel tenía un color pálido, por los días que llevaba muerta. La pequeña, de 13 años, fue hallada sin vida el domingo pasado, dentro de una bolsa plástica negra, cerrada con cinta de embalaje.
Ayer, EL COMERCIO llegó a la casa donde vivía la menor con sus padres y cuatro hermanos. En un terreno pequeño se levantan cinco mediaguas construidas con madera y adobe. Esa propiedad pertenece a los 10 hermanos de María Teresa Lupercio, madre de Estefanía.
En un cuarto de 32 metros cuadrados reside la familia Muñoz Lupercio. La pobreza se siente en cada rincón. No hay camas, solo colchones tendidos sobre el piso. Tampoco tienen comedor. Y la cocina está improvisada en un rincón.
“Pese a nuestras limitaciones, mi hija era feliz”, relata María Teresa. En las tardes, la pequeña jugaba con sus primos, en el terreno donde fue velada.
Del crimen solo hay la certeza de que fue agredida sexualmente y luego asfixiada. Eso reveló el examen médico legal. El ataque y muerte ocurrieron el mismo día de su desaparición, el 1 de julio pasado. Era la tercera de cinco hermanos y permaneció desaparecida 17 días.
El día del hecho, la adolescente salió de su casa, ubicada en el sector Tubos de El Tejar, en el noroeste de Cuenca. Tenía previsto ir a la Unidad Educativa Ciudad de Cuenca, donde asistía a las clases de recuperación de Cultura Estética, la única materia que debía rendir examen supletorio.
Con Estefanía suman 13 los casos de muertes violentas reportadas en la capital azuaya en los seis meses del 2016.
Según el fiscal provincial, Adrián Rojas, nueve crímenes han sido resueltos, con sentencias condenatorias contra los sospechosos. Otros cuatro siguen en investigaciones.
El año pasado ocurrieron 21 homicidios en Cuenca. Y en el 2014 la cifra fue de 32 asesinatos, según datos del Consejo de Seguridad de esa ciudad.
A la familia de la estudiante se la ve afectada. María Teresa toma pastillas diarias para tranquilizarse. Casi no ha parado de llorar desde el doloroso hallazgo de su hija, en el río Yanuncay, en la zona rural de Barabón.
Antes de eso, tampoco dormía bien. Cada mañana se enfrentaba a una búsqueda incansable con familiares, amigos y vecinos que se prolongaba hasta la madrugaba.
Hacían grupos y la buscaban en los centros nocturnos porque pensaron que la secuestraron para prostituirla; en las riberas de los ríos, en las zonas apartadas de Cuenca. En Gualaceo, Quito, Guayaquil, Machala y hasta en Perú pegaron hojas volantes sobre su desaparición. También recurrieron a las redes sociales y a medios de comunicación.
Las investigaciones aún no determinan qué ocurrió aquel 1 de julio luego que ella saliera de su casa.“Todo el sadismo de un depravado quedó en el débil cuerpo de mi niña”, comentó ayer José Muñoz, padre de Estefanía. Por el trauma, él la imagina gritando, pidiendo auxilio y buscando cómo escapar de su captor.
Según las estadísticas del Consejo de Seguridad de Cuenca, entre el 2013 y el 2015, 31 mujeres han sido asesinadas en ese cantón. La mayor cantidad era joven.
El martes, durante el sepelio que se cumplió en la iglesia de San Pedro de El Cebollar, el ministro del Interior, José Serrano, ofreció USD 100 000 a quien proporcione información sobre los responsables de este crimen. También, puso un equipo especial de la Policía en la investigación y aseguró que el caso no quedará impune.
Desde la noche del 1 de julio, Muñoz corría desesperado por las orillas de los ríos Yanuncay y Tomebamba y regresaba a su hogar pasadas las 05:00. Para él, eran horas decisivas porque creía que su hija estaba viva y que la dejaron amarrada en algún lugar apartado, que pasaba frío, hambre, miedo y que pedía auxilio.
Desde ese día también se levantó un altar con diferentes imágenes religiosas en la casa. Allí, un grupo de vecinos llegaba en las noches para rezar por la menor y su familia.
De hecho, los vecinos nunca dejaron sola a la familia Muñoz Lupercio. Una funeraria colaboró con el féretro y la gente del barrio, con las sillas, mesas, flores, alimentos, y otros requerimientos que se utilizaron en el velatorio.
En ese lugar se colocaron carpas, algunas prestadas por el Municipio de Cuenca. Antes de eso, se levantó una capilla ardiente en la escuela donde Estefanía estudiaba.
Ayer, moradores y familiares participaron en el denominado Cinco, un ritual en el que se lava la ropa del fallecido en un río. Allí, los padres dijeron que no descansarán hasta ubicar a los responsables y que harán plantones. Por ahora no hay detenidos por el crimen de Estefanía.
En contexto
La niña permaneció 17 días desaparecida y fue encontrada muerta. Su cuerpo fue escondido en una funda negra, en el río Yanuncay. El Estado ofrece USD 100 000 a quien entregue información certera sobre los autores del ataque contra la pequeña.