Es complicado entender por qué el Gobierno quiere aprobar una reforma tributaria en la que se sube impuestos. Porque para subir impuestos en un momento de recesión se necesitan muy buenas razones. Y esas razones no existen.
La reforma busca modificar varios impuestos, en casi todos los casos hacia arriba. Según estimaciones de Cordes, la reforma podría generar recaudaciones por USD 828 millones. La mayoría de ese monto vendría de un absurdo impuesto mínimo a las sociedades, de un aumento al ya absurdo impuesto a la salida de divisas y de modificaciones al impuesto a los consumos especiales (ICE), sobre todo a los licores, a los cigarrillos y a las gaseosas.
El impuesto mínimo consiste en convertir a una especie de anticipo al Impuesto a la Renta en pago mínimo en caso de que el impuesto a pagarse sea menor que esa especie de anticipo.
Pero este anticipo no se basa en los impuestos pagados en ejercicios anteriores, sino en una mezcla de ingresos, gastos, activos y patrimonio de las empresas. Por eso, puede ser altísimo para empresas que no deben pagar impuestos o bajísimo para aquellas que sí deben pagarlos. En resumen, es bien absurdo.
Igualmente absurdo es el impuesto a la salida de divisas, que refleja el miedo del Gobierno a que los ciudadanos, en ejercicio de su libertad, saquen su plata al exterior. Pero el mayor problema de este impuesto es que al gravar la salida de capitales está desincentivando su entrada al país. Imagínese usted un cine en el que es gratis entrar, pero en el que salir cuesta caro. Lo más posible es que usted no entre a ese cine, al igual que es muy probable que los capitales no entren a un país en el que castigan su posterior salida.
Las modificaciones al ICE también dejan que pensar, sobre todo la de las gaseosas. Quienes redactaron la ley parecen no haberse dado cuenta de que subir el precio de las colas afecta muchísimo a los más pobres del país. Como que no saben que para muchos ecuatorianos ‘pan con cola’ bien puede ser una de las comidas del día y quieren subir su precio.
Pero el premio a lo absurdo se lleva el proyecto en su totalidad, por la incomprensible iniciativa de subir impuestos en una recesión. Por cierto, según los últimos datos del Banco Central, ya llevamos tres trimestres consecutivos de caída de la producción. Sí, ya son tres.
Una subida de impuestos en una recesión quizás se justificaría cuando el Gobierno no tiene recursos para su funcionamiento mínimo. Pero ese no es el caso del Ecuador actual. En toda la historia de nuestro país, el Gobierno nunca ha tenido tantos ingresos por impuestos como en este año y, con la excepción de 2008, nunca ha habido tantos ingresos petroleros. Por lo tanto, plata para su funcionamiento no le falta. Claro que plata para su populismo siempre le faltará.