Los usuarios del Metro de Quito pasaron de un escepticismo inicial a sentir orgullo. Al cabo de un año de su funcionamiento, se ha modificado la manera como los quiteños se perciben a sí mismos. En su imaginario, mayormente esta mega obra les permite compararse con las grandes ciudades del mundo que cuentan con su propio sistema subterráneo de transporte.
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El escepticismo inicial
Pasaron cuatro alcaldías de Quito en que el Metro ocupaba la centralidad de toda discusión y de toda planificación. Augusto Barrera, Mauricio Rodas, Jorge Yunda y Santiago Guarderas administraron la ciudad desde su planificación, la construcción y la llegada de los vagones.
Estaban todos los elementos materiales para que comenzara a funcionar. Pero demoraba. Se deshicieron de algunos contratos para la operación del Metro de Quito. Y eso marcó un gran escepticismo entre los quiteños, que veían inconformes el caos de la administración pública.
Ese malestar duró hasta el 1 de diciembre del 2023, cuando comenzó a funcionar este sistema de transporte. Quienes le dan un uso cotidiano reconocieron de inmediato su primera ventaja: la reducción del tiempo en el tránsito de uno a otro punto de la ciudad. Sin embargo, no se imaginaban que iba a ser así.
Alison Alarcón, por ejemplo, no creía que le iba a servir. “Escuchaba todas las cosas que decían y no creí que esto funcionara”. En cambio, Judith Moreira decía, como muchos, que jamás usaría el Metro de Quito. “Pero ya ve, la necesidad nos obliga a tomarlo porque a veces uno está de apuro y sirve mucho para acortar tiempo”, dice.
“Yo, en cambio, no pensaba que fuera a funcionar tan pronto”, responde Bryan Loza, quien usa el Metro una o dos veces por semana.
Por su parte, María Dolores Hinojosa, de 80 años, toma el metro tres veces por semana. Regularmente, va desde El Labrador hasta El Recreo. “Yo ya conocía cómo funciona el metro en Estados Unidos, así que sí creía que iba a ser bueno. Pero esta es una obra fantástica“.
Reducción de tiempo en desplazamientos
No hay una sola persona de las consultadas en el Metro que no destaque la reducción del tiempo en los desplazamientos. Arcos va desde su casa, que queda en Guamaní, hasta la parada de La Carolina. Antes, cuando tenía que usar buses, se demoraba entre dos y dos horas y media; a veces más, según las eventualidades del tránsito en Quito. Ahora solamente le toma 30 minutos.
Luis Eduardo Arciniegas, de 21 años, disfruta ahora porque no tiene que madrugar tanto como antes. Toma el Metro dos o tres veces por día. Generalmente, viaja de Quitumbe a San Francisco. “Antes era más de una hora y ahora son 15 minutos. Esto me ha cambiado mucho la vida”, sostiene.
Estefanía Escaleras, de 33 años, incluso encuentra una virtud de la que no muchos hablan: debe caminar más. Y eso es un distintivo de las ciudades que cuentan con un sistema de transportación subterránea: las largas caminatas hasta la parada.
Modernidad y orgullo
Si algo destacan los usuarios del transporte es la modernización que representa esta obra de movilidad para la ciudad. Por lo tanto, sienten un orgullo y hasta equiparan a Quito con grandes ciudades como Buenos Aires o México, en general con las grandes urbes contemporáneas.
“Yo no soy de aquí, sino de Loja“, dice Escaleras. “Sin embargo, siento un orgullo por vivir en Quito y saber que es una ciudad que está evolucionando”.
“Es una evolución hacia una ciudad más moderna, que se pone a la altura de las grandes ciudades. Y lo más interesante es que la gente lo cuida porque siente que es su patrimonio”, dice Juan Tenorio.
Con Tenorio está de acuerdo Verónica Unda, quien espera la formación en la parada San Francisco con su hija Nataly, de ocho años. “Es que con el Metro veo a Quito como una ciudad supermoderna y lo que es superchévere es que la gente lo está respetando. Hay mucha cultura, algo que no pasa en el transporte público”.
La seguridad ante todo
Si alguna duda inicial tuvo Escaleras, era el tema de la seguridad. La idea de bajar a un subsuelo no le era del todo agradable, sobre todo en su condición de mujer. “Ahora sé que desde el momento en que se entra a la estación las mujeres podemos estar seguras”, dice.
Con ella concuerda Arcos: “Me da mucha más tranquilidad y seguridad porque han implementado muchas cosas para las mujeres, sobre todo por el acoso que se sufre a diario en los buses”, dice.
Tampoco todo es positivo
Algunos usuarios reconocen que hay algunos problemas que se debería resolver. Moreira, por ejemplo, sostiene que la falta de ventilación en los vagones en las horas pico es el mayor problema.
Henry Moscoso vive en Riobamba y calcula que ha usado unas 10 veces el Metro. Dice conocer el metro de Madrid, que abarca más distancia y tiene más líneas. “Esos vagones que tenemos ahora son del 2006, pero no está mal. Las paradas son iguales a las de Madrid. Sin embargo, el problema acá es que hay demasiado personal, que usan hasta ‘walkie talkies’. Es demasiada burocracia“.
Finalmente, Janeth Hinostroza, dice que unas cuantas veces se suspendió el servicio sin que se reportara alguna razón y tampoco les devolvieron el valor del pasaje. “Pero descontando eso, creo que esta es una gran obra para la ciudad de Quito”.