Av. Fernández Salvador y Occidental, en el norte. Decenas de comerciantes laboran allí. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO.
Al próximo alcalde de Quito le espera un tema crítico por resolver: la presencia creciente de los vendedores informales en espacios públicos de la ciudad. Datos de la Agencia Metropolitana de Control (AMC) refieren que 11 000 comerciantes autónomos no regularizados se mueven en diferentes puntos de la urbe.
A esto se suma que hay 4 700 que laboran con permisos. La AMC implementó, desde diciembre del año pasado, la campaña denominada Rompe el Círculo, con la cual se busca generar corresponsabilidad en la ciudadanía sobre los problemas que genera adquirir productos en la calle. También que los autónomos aprendan a trabajar de forma ordenada. Otro objetivo es prevenir antes que multarlos.
Alejandra Molina, directora de Inspección de la AMC, indicó que también se busca que los comerciantes y el público en general conozcan los fundamentos de las ordenanzas municipales destinadas al control del espacio público. Por ejemplo, el artículo 104 de la ordenanza 332 dice que serán sancionados con una multa del 0,5% de un salario básico quienes usen el espacio público para actividades comerciales sin autorización.
“No podemos convertir a las calles en mercados y patios de comidas”, asegura la funcionaria. Tampoco pueden asentarse en los lugares recuperados, como bulevares y parques, que -según la Ordenanza 282- están prohibidos para las ventas ambulantes.
Este Diario hizo un recorrido y encontró ventas informales en 12 puntos de la urbe, pero se han recibido reportes de al menos 18 (ver mapa).
Los vecinos de la calle Lizardo Ruiz, en Cotocollao, en el norte, conviven con los comerciantes que ocupan las aceras. Un panorama similar hay en San Carlos, en el parterre de la vía Fernández Salvador en donde hay decenas de personas que expenden frutas y comestibles. Lo mismo en el sector de La Marín, centro.
En Nueva Aurora, sur de Quito, cerca de 120 comerciantes ocupan la calle Julio Andrade y los moradores están cansados del desorden y la basura.
Betty Tumaille es coordinadora de ese barrio. Asegura que la prioridad de los vecinos es que se reubique a los comerciantes, pues hay otros sitios donde pueden laborar, como el mercado de Guamaní. Desconoce la existencia del proyecto Rompe el Círculo y le gustaría que llegara a su vecindario.
Molina señala que la campaña se ha realizado en 38 puntos de la ciudad, en donde se desarrollan dramatizaciones cómicas que muestran el desorden que generan las ventas informales, así como otras actividades como limpiaparabrisas, cuidadores de autos, etc.
Las socializaciones se hicieron con actores que difundieron los mensajes. La idea es romper el círculo de la informalidad que genera inseguridad, fomenta la explotación y afecta a la capital.
En tres meses, asegura, la campaña ha llegado a 120 000 personas en diferentes lugares, como el bulevar de la Naciones Unidas y las plazas de la Independencia y Santo Domingo. Para esta semana está previsto hacer un balance de resultados y buscar alianzas para seguir con el programa. La intención es ampliarlo, para que alcance a otros sitios.
Dirigentes barriales aseguran que el proyecto debe cubrir más lugares. Para William Basantes, directivo de la Unión de 64 Barrios de Chillogallo, en los espacios públicos que ocupan los comerciantes informales se pueden desarrollar actividades artísticas. A su juicio, las interpretaciones teatrales de Rompe el Círculo podrían ubicarse en esos puntos. Moradores de otros sectores coinciden en esa idea.