Ni la casa del perro comunitario se salva de la delincuencia en Quito. El 1 de enero los vecinos del barrio Nuestra Señora de la Merced, en el norte de la ciudad, amanecieron con la novedad de que Manchas se quedó sin un sitio donde vivir.
Se trata de una estructura de madera con techo de eternit donde se refugia el perro comunitario. Pese a estar atornillada a la pared, fue robada por personas no identificadas. Así lo denuncia Cristina Arcos, vecina del sector.
La mujer luego reportó la devolución de la casa en horas de la madrugada. La estructura estaba rota y sin una parte del techo. Además, portaba una nota de “perdón”.
“No creímos que tenía dueño porque no vimos al perrito y quisimos darle a un perro que no tiene casa y vive más abajo. Vamos a venir a darle comida al perrito. No quisimos hacerle daño. Perdón”, decía el mensaje en papel en la entrada a la casa del perro. Estaba pegada con taipe negro.
La situación es algo que los vecinos no pueden creer. Para ellos el tema de la inseguridad ha escalado hasta niveles “descarados”.
Y no es la primera vez que son víctimas de la delincuencia. María Augustina, que vive en esa calle con su familia, cuenta que a menudo motos recorren el sector y asaltan a los transeúntes. Sin importar la hora del día, sobre todo las mujeres y jóvenes, son víctimas de los sospechosos.
Los agresores circulan armados, alertan los moradores del barrio. Algo que les preocupa es la falta de una delimitación clara. Las Unidades de Policía Comunitaria (UPC) de los puntos cercanos no quieren hacerse cargo de los problemas de esas calles.
“Llamamos al Edén y nos dicen que no, que es del otro barrio, La Quintana, y nadie responde”, lamenta Arcos. En última instancia las autoridades les han dicho que llamen directamente al ECU 911 para gestionar la ayuda.
Armados asaltan edificios
Pero para Maryorie, otra vecina, eso es un problema porque tarda demasiado. Hace poco armados entraron a su edificio y amedrentaron a los residentes con pistolas. Es por eso que entre ellos se organizan para colocar alarmas comunitarias de manera particular. Así lo confirma la presidente del barrio, Rossy Calderón.
También cuenta que los viernes recorren las calles en una suerte de patrullaje comunitario. “Que sepan que estamos organizados”, advierte la mujer. Para ella, hay buenos resultados y seguirán organizados en contra de la delincuencia. Las personas aseguran que continuarán con sus llamadas a las autoridades cada vez que encuentren personas que liben en su cuadra.
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