Los cortes de luz en Ecuador afectan a miles de familias desde el 23 de septiembre de 2024. Estas interrupciones, que en algunos casos duran hasta 14 horas diarias, ocurren por la falta de lluvia en Ecuador, lo que reduce la capacidad de generación hidroeléctrica.
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En Quito, los horarios de racionamiento varían entre la mañana, tarde y noche. Esta situación complica las actividades laborales, educativas y domésticas. Ante este panorama, muchas personas buscan formas de adaptarse y surgen historias de solidaridad.
Un matemático en construcción durante los cortes de luz
Marlon Guevara, un joven de 23 años que estudia Matemáticas a distancia, vive en el barrio Zabala, en Calderón, norte de Quito.
Los cortes de luz en su hogar, de 10:00 a 15:00 y de 19:00 a 24:00 durante la última semana, lo obligan a buscar alternativas para avanzar en su tesis y tareas universitarias. Por esta razón, acude a la casa de su vecino Carlos Sánchez, quien conecta un UPS al módem de su hogar y le permite a Guevara estudiar desde las 19:30.
Carlos, quien trabaja en una carpintería y vive solo, le brinda su apoyo incondicional. “Es mi única opción para no atrasarme”, comenta Marlon, quien también maneja un taxi informal entre las 10:00 y las 16:00 para cubrir sus gastos.
A los 20 años dejó la casa de sus padres en Ibarra en busca de independencia y ahora enfrenta este desafío con la misma determinación que lo llevó a perseguir su licenciatura.
Estudio y maternidad en tiempos de cortes de luz
Fernanda Marroquín, de 27 años, cursa el segundo semestre de Comunicación a distancia mientras cría a sus dos hijos, de 7 y 2 años. En su casa, ubicada también en el norte de Quito, los apagones complican su rutina, especialmente en esta temporada de entrega de proyectos finales.
Para continuar con sus estudios, Fernanda solicita la ayuda de Consuelo Valencia, una vecina que le abre las puertas de su hogar para que sus hijos realicen sus deberes escolares.
Gracias a Consuelo y su hija Cristina, Fernanda utiliza una computadora para avanzar en sus trabajos universitarios. “No sé qué haría sin su ayuda”, afirma, mientras equilibra sus responsabilidades académicas y familiares.
Solidaridad desde Solanda
En el sur de Quito, Marcelo Pazmiño toma la iniciativa frente a los constantes cortes de luz en su barrio. Compró una batería con un transformador para mantener activo el módem de su casa y decidió abrir su hogar para que sus vecinos usen su conexión a Internet y avancen en sus actividades.
“Los niños necesitan cumplir con sus deberes, y sus padres con sus trabajos. Aquí no hay otra opción”, explica Marcelo.
La falta de lluvias convierte a los ríos en piedras, según describe. Su casa ahora funciona como un espacio comunitario donde familiares y amigos enfrentan esta crisis energética con su apoyo.
Un espacio para la niñez en La Legarda
En el barrio La Legarda, noroccidente de Quito, Rafael Vega habilita la casa comunal para que los niños jueguen en la cancha de baloncesto durante los cortes de luz.
Cerca de 10 niños llegan todas las tardes a este espacio y aprovechan las horas sin electricidad para compartir y divertirse al aire libre.
Vega destaca que lo positivo de los apagones es que los niños ahora salen a jugar en lugar de permanecer en casa frente a una pantalla.
Las puertas de la casa comunal se abren a las 16:00, cuando él regresa al barrio después de su jornada laboral en como sonidista.
Aunque no dispone de los medios para abastecer de energía a la casa comunal, Rafael asegura que este pequeño gesto es su manera de contribuir al bienestar de los niños del sector. “Es lo único que puedo hacer por ellos en esta situación”, afirma con humildad.