Hay días en los que la venta es nula. Aun así, a diario, Segundo Pastuña instala su puesto con cuadros y máscaras talladas en madera, en la esquina de la Sucre y García Moreno. Para el artista, la jornada empieza antes de las 08:00, cuando retira los artículos de un parqueadero cercano, donde le permiten guardarlos.
Ya antes de la pandemia, para el hombre de 61 años, oriundo de Cotopaxi, las ventas eran bajas. A veces lograba unos USD 50 al día, cuando algún turista adquiría una máscara. Con la pandemia, hay días que solo ve pasar a la gente, hasta que dan las 18:00 y vuelve a La Colmena. Allí vive con su esposa y paga USD 120 de arriendo.
Una alternativa que plantea el Municipio para los artistas son los Corredores Culturales. Edwin Segura, coordinador de la iniciativa impulsada por la Secretaría de Cultura, da cuenta de 220 inscritos.
Ahí están músicos, bailarines, actores, pintores. En la rama de Pastuña son 60. Quienes quieran sumarse deben ir a la entidad (Venezuela y Chile).
La meta: reactivación económica, cultural y turística. Los corredores están en el Centro y también llegan a parques, parroquias rurales, centros comerciales y barrios.
Según el Sistema Integral de Información del Ministerio de Cultura, en el Registro de Artistas y Gestores Culturales, Quito cuenta con 614 personas de las artes plásticas y visuales.
En la Cartera de Estado indican que han desarrollado líneas de apoyo desde el Instituto de Fomento a la Creatividad e Innovación. Y están armando la Vitrina Cultural, para venta de bienes y servicios.
En el caso de Pastuña, el arte llegó hace 30 años, luego de dedicarse por años a la albañilería y de ser operado por un tumor en la cabeza. Vino a Quito a los 8 años, dormía en la calle. Y mientras comenta que las pequeñas máscaras de diablos (USD 8) salvan los gastos, recuerda que su madre murió cuando él tenía 5 años y que su padre se dedicó al alcohol.
Sus creaciones están en el Centro desde hace 25 años. En la Sucre, apoya sus obras sobre las vallas metálicas que se han vuelto parte del paisaje.
Hasta el área histórica también va Wladimir Castro, fotógrafo y pintor por más de tres décadas. Su especialidad: los cuadros de casas coloniales.
Él tiene 59 años, arrancó exponiendo en el parque El Ejido, donde los cuadros son una tradición. Ahí fue directivo. 20 de los pintores del parque son ahora parte de los 220 artistas de los Corredores Culturales.
Ya no va con frecuencia a El Ejido y lamenta que, incluso antes de la pandemia, el espacio empezó a perder identidad. La visita de turistas y diplomáticos se intercambió por inseguridad, venta de droga y comercio informal, cuenta.
125 personas pertenecen a la Asociación de Artistas Plásticos Arte en El Ejido, pero solo salen unas 70. Alexei Portero es de la directiva y señala que antes de la crisis podía vender hasta USD 300 en una semana; ahora, no supera los
USD 100. “Y desde hace 15 días no he vendido nada”.
El padre de familia señala que tuvo que buscar otro ingreso para sacar adelante a su hija universitaria. Volverá a trabajar como docente de arte en una escuela del sur.
Los turistas extranjeros eran sus mejores clientes, pero dejaron de llegar. Se llevaban pinturas pequeñas que cabían en sus maletas; o grandes, sin marco, para enrollarlas. “Ahora traigo solo cuadros decorativos para clientes nacionales”.
Por su parte, Castro, quien lleva al Centro caballetes, pinceles y pinturas para crear frente a los visitantes, coincide con Pastuña en que la pandemia solo agravó la situación.
Antes, su ingreso por semana podía pasar los USD 150, con la venta de un cuadro grande o varios pequeños. Ahora, a veces no llega ni a USD 80. De ahí que destaca iniciativas como la de los Corredores, que cobró fuerza en mayo del 2020.
En el Centro, el lunes las actividades se llaman Quitunes. De martes a domingo están de 10:00 a 17:00, en la calle García Moreno y en la Sucre.
Quito Turismo dice que entre enero y julio del 2021 a la zona han llegado 81 625 turistas. En el mismo periodo del 2019 fueron 279 528 y en el 2020, 95 090.
Luis Fernández es otro artista tradicional de El Ejido que se sumó a exponer y a pintar en el Centro. A sus 72 años, recuerda que la pasión le nació desde niño. Es peruano y vive en el país desde hace 25. Desde que llegó, el parque ha sido su galería. A la zona patrimonial acude desde hace unos dos años.
El vecino de La Recoleta se especializa en obras en terciopelo. Con la pandemia, sus ingresos bajaron a la mitad, unos USD 200 a la semana.
Los artistas reconocen que la familia ha sido vital. Castro destaca el apoyo de su esposa, Gladys Vera; y Fernández, el de sus parientes en EE.UU.
En los Corredores hay otras ramas del arte. José Carmona es un músico de 61 años. Fue profesor de conservatorio, colegios y universidades.
Sentado al filo de una jardinera, en la García Moreno y Mejía, confiesa que luego de una extensa carrera formal fue difícil llegar al espacio público. Pero se da cuenta de que las notas de su saxofón alegran a la gente. Lleva un año en el Corredor, “un paliativo a la crisis”.
Los artistas evalúan visitar otros espacios. Mientras, a Pastuña le volvió el dolor de cabeza, como antes de la cirugía.