En la avenida 10 de Agosto, a la altura de la parada del trole de El Ejido, hay cerca de 50 comerciantes. Foto: EL COMERCIO
Venta de accesorios, comida, adornos para el hogar… Hay vías de Quito convertidas en plazas comerciales. Los trabajadores autónomos se colocan en las aceras para ofrecer sus productos a precios cómodos. Lo hacen desde las 12:00 hasta las 22:00. Pese a que es su lugar de trabajo, su presencia impide el paso fluido de los peatones que circulan por arterias céntricas como la avenida Diego de Vásquez, Amazonas, la Naciones Unidas, la Mariscal Sucre, la 10 de Agosto, Venezuela, Guayaquil, Michelena, Maldonado…
El número de comerciantes autónomos en la urbe es fluctuante. Según la Agencia de Coordinación Distrital de Comercio de la Municipalidad, no se puede determinar el número exacto, porque algunos son trabajadores ocasionales. Sin embargo, manejan el dato de los vendedores que han sido capacitados. La cifra alcanza las 12 000 personas.
En un recorrido realizado por este Diario, el martes 26 y miércoles 27 de mayo del 2015, se constató la situación del trabajo autónomo en la ciudad.
En la avenida Amazonas, a la altura de la calle Corea, están unos 30 vendedores. El movimiento empieza a partir de las 12:00. Uno de los productos más novedosos es un aparato para la defensa personal. Yadira Veloz, una estudiante universitaria, transita por esta vía porque frecuenta los centros comerciales de la zona. Varias veces, ha intentado comprar el aparato que emite una corriente eléctrica. “El otro día quise adquirirlo pero no tenía dinero”. Su costo alcanza los USD 10.
En esta zona comercial, también, hay vendedores de plantas medicinales, gafas para sol, carteras, programas y juegos para computadoras, zapatos…Los precios no son excesivos. Por ejemplo, unos zapatos deportivos cuestan USD 10; al igual que las carteras. Mientras que unas gafas están a USD 5. Guido Trejo, peatón, indicó que es incómodo transitar por la vereda, porque los trabajadores están prácticamente instalados. “Es necesaria una reubicación”.
Otra de las vías que registra la presencia de trabajadores es la Naciones Unidas, que empieza desde la av. 6 de Diciembre hasta la América. En este tramo, de casi 10 cuadras, se contabilizó cerca de 40 vendedores.
Marco Méndez es uno de ellos. Vende peluches desde las 11:00 hasta las 15:00. Escogió esta zona por la gran afluencia de personas. Cuando un posible cliente se acerca, les dice que la calidad del peluche es buena. “Son de plumón. No dan alergia y son de calidad”. Según él, es duro el trabajo en la calle, pero es algo que lo hace por los altos costos de los locales.
En otro sector de la ciudad, los peatones aseguran que se ha convertido en un verdadero mercado. Se trata de la avenida 10 de Agosto, a la altura de la parada del trole de El Ejido. Aquí se contó cerca de 50 comerciantes. Unos aparentemente tenían sus puestos fijos. Otros caminaban a lo largo de esta arteria. La concha de nácar en polvo, los moldes para hacer empanadas, las carteras, zapatos, camisetas son parte de las ventas de la zona.
Adela Andrango, peatona, dice entender la necesidad de las personas de trabajar. Pero eso no implica que se aglutinen en las calles. “En este tramo es imposible caminar con tranquilidad”. Para ella, una de las soluciones sería que se reubique a los comerciantes en plataformas o mercados cercanos a la zona para que no pierdan su fuente de trabajo. “Así nos beneficiaremos todos y las calles se liberarán”.
Entre los proyectos que realiza la Agencia de Coordinación Distrital para mejorar la situación están: la capacitación a comerciantes, el establecimiento de mesas de diálogo para acordar su reubicación. A esto se suma, la elaboración del Reglamento para la aplicación de la Ordenanza 280 donde se establezcan mecanismos de control, estímulo y sanción.
Marco Murillo, director de la entidad, indicó que, al momento, se han receptado 4 000 carpetas de solicitud para la regularización y entrega de permisos. Además, a mediano y largo plazo, se prevé la entrega del Mercado del Comité del Pueblo y la plaza Michelena, la construcción de una Central de abastos y la creación de dos grandes centros de comercio en el sur y norte.
Por el momento, los trabajadores se mantienen en las calles. Son sus sitios de trabajo al que acuden en familia. Todos ofrecen el producto a lo largo del día. “Lleve …es un producto de buena calidad y recomendado”, es una de las frases que se seguirá escuchando en las veredas de la ciudad.