Este viernes 27 de noviembre se realizó la final del concurso estudiantil de graffitis Quito Ecológico. Foto: EL COMERCIO
Decenas de latas de pintura usaron los adolescentes para rayar las paredes del colegio Central Técnico. No era vandalismo, sino la final del concurso estudiantil de graffitis Quito Ecológico. Los representantes de nueve colegios plasmaron sus obras en el tapial que está sobre la vereda de la calle Isla Floreana, en el norte de la urbe.
Este concurso nació el 4 de noviembre cuando se abrieron las inscripciones. Hasta el 13 de ese mes los estudiantes enviaron un boceto en formato A4. Cientos de alumnos de 300 instituciones educativas del Distrito Metropolitano se inscribieron.
Los rectores y autoridades de los planteles fueron los encargados de escoger el boceto ganador. La temática era conjugar la ciudad y la ecología. Los ganadores de cada institución pasaron a una segunda fase. Ahí se escogió a un representante por cada uno de los nueve distritos que componen Quito.
Este viernes 27 de noviembre se realizó la final. Los jóvenes empezaron a plasmar sus obras en muros de 2×3 metros. Escalares, sillas y bancas sirvieron para que los adolescentes se suban y vean su obra desde otra perspectiva.
Paúl Rojas pintó un colibrí, junto a Evaristo y a la Virgen de El Panecillo. A sus pies tenía 15 latas de pintura con la que daba los matices. Él empezó a graffitear desde que tenía 8 años recuerda su padre, Luis Rojas. En la familia se han destacado por realizar obras de arte. No obstante, el estudiante del colegio Bicentenario rompió con la tradición de los paisajes y autoretratos para dedicarse al arte urbano.
El papá lo acompaña en cada concurso de graffiti en el que participa Paúl. “Dejamos todo lo que tenemos que hacer para llegar”, indicó.
Rojas señaló que el graffiti es parte de su forma de vida y felicitó la iniciativa del Ministerio de Educación de tener espacios para su creación. “Unas tres veces he parado en las UPC (unidades de policía comunitaria) por rayar las paredes”, reconoció.
Una de las pinturas que más llamó la atención fue la de una máscara de diabluma que estaba en medio de la naturaleza. La obra está a cargo de Javier Rosero. A diferencia de los otros competidores, él usó brochas. Explicó que en el graffiti hay personas que usan latas o, como él, hacen murales.
Rosero tiene un tatuaje en su pecho y parte de su cuello. A sus 18 años dice que esto le ha causado problemas en el colegio y con otras personas. Pero resaltó que esta es su forma de vida. Se dedica a tatuar para generar ingresos a su familia. “Soy la otra mitad del pan en mi casa”, señaló el estudiante del colegio Réplica Montúfar.
Diego Fiallos, delegado del área de comunicación del Ministerio, dijo que este certamen comenzó con el objetivo de promover el cuidado del medio ambiente en la comunidad educativa. El jurado dará un veredicto el 3 de diciembre en el teatro del Colegio San Gabriel en el que están invitados los colegios participantes.
Los ganadores recibirán, entre otros premios, un celular inteligente ensamblado en el país. Éricka Aguilar, comunicadora de la empresa Ciro señaló que es importante auspiciar estos eventos para fomentar el apoyo a las culturas juveniles.