Todo un carril adoquinado está hundido. Varias piezas ya no existen y el agua está acumulada.
En el barrio Matilde Álvarez, en el sur de Quito, las calles están notablemente deterioradas. A un par de cuadras de la estación de la Ecovía Guamaní los vecinos se sienten abandonados.
“Somos los olvidados de Dios”, lamenta John Ojeda, que vive en el barrio hace 36 años. Dice que desde entonces las calles no han sido atendidas.
Los vecinos de mayor edad recuerdan que construyeron las veredas con sus propias manos. “Con nuestro dinero porque nadie nos ayudó”, recalca César Caicedo.
Cuentan los moradores de la zona que las calles adoquinadas fueron financiadas “a medias con el Municipio”. Aunque de eso ya han pasado 40 años y ningún intento por dar mantenimiento a las vías.
Los niños salen a la escuela usando bolsas de plásticos en los pies. Así evitan ensuciarse los zapatos, especialmente, en época de lluvia.
Aunque las personas de la tercera edad también tienen miedo. Uno de los huecos más grandes está sobre el paso cebra.
Edison Guerra pide que se rehabiliten las calles, al menos las principales. Teme por los vecinos de mayor edad que tienen que esquivar las zanjas que se han formado en la vía.
Por ahí pasan vehículos pesados, aunque hay una señal de tránsito que indica que está prohibido. Y varias líneas de buses, incluyendo los interprovinciales, que van “invadiendo hasta el carril”, denuncia José Chiguano, uno de los moradores más antiguos del barrio.
Son al menos siete las calles con daños graves. Incluida la vía que conecta al barrio con la avenida Maldonado.
Para ellos se trata de un problema que no les deja vivir de manera digna. Han pedido a las autoridades ayuda, pero no han sido escuchados.
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