Hay algunos parques en Quito que son emblemas y una referencia de nuestra historia. Y uno de esos es La Alameda. Este parque, el primero de Quito, no solo cumplió con el sentido de esparcimiento, fue un parque concebido como parte de la salud pública y, con el tiempo, el que le dio impulso a la investigación de la ciencia en la ciudad con el Observatorio Astronómico.
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La Alameda, del esparcimiento a la higiene de Quito
El parque La Alameda está en una fase de restauración. No está funcionando la laguna y algunos caminos se encuentran desprolijos. Además, están rehabilitando los carriles exclusivos de la Ecovía. Sin embargo, el 26 de noviembre del 2024, el Municipio de Quito, a través de Quito Informa, anunciaba: “¡Falta poco! En contadas semanas, la laguna y muelles del parque La Alameda se reactivarán. En enero del 2025, nada indica que falta poco.
La Alameda no deja de ser el lugar de la gran congestión de tránsito, del movimiento apurado de quienes pasan por allí, de la venta ambulante y los que se sientan a mirar la gente pasar, del ruido colosal aumentado con las obras en curso. Sin embargo, sigue manteniendo ese encanto de ser el primer parque de Quito desde los tiempos coloniales.
En 1596, el corregidor Francisco de Sotomayor decretó la creación de un espacio verde en el extremo norte de la ciudad colonial, inspirado en los parques europeos. Era La Alameda. Sin embargo, por razones económicas, la construcción no se llevó a cabo en ese momento. Fue entre 1785 y 1790 cuando se desarrollaron los primeros senderos alrededor de una laguna natural y se instalaron monumentos.
Con el tiempo, sobre todo en el siglo XIX, cumplió con una función sanitaria. El Centro Histórico era un lugar en donde los quiteños vivían encerrados y sin espacios verdes. La Alameda se convirtió en el lugar donde los habitantes de una ciudad “aburrida”, según los testimonios de la época, salían a respirar aire puro, ver árboles y vegetación.
El Observatorio de La Alameda: ciencia y educación en Quito
Cuando el presidente Gabriel García Moreno decidió crear el Observatorio y la Escuela Politécnica Nacional, quiso que en el parque hubiera una función educativa. Quería que los quiteños y ecuatorianos se estimularan por el conocimiento científico.
Ahora sigue cumpliendo esa función. Niños de las escuelas van por las mañanas. Durante los meses de junio, julio y agosto, meses de clima seco, se abre el Observatorio por las noches para mirar el cielo.
Para esta obra de García Moreno, un católico conservador, trajo de vuelta al país a los miembros de la Compañía de Jesús, la orden religiosa intelectual por excelencia. El primer director del Observatorio, desde 1973, fue Juan Bautista Menten, de origen alemán. Los telescopios y otros elementos que trajeron, fueron también alemanes.
No menos fascinante es encontrarse con el hito encargado por Carlos María de La Condamine, de la primera Misión Geodésica Francesa, que no deja de ser un orgullo para el Ecuador. En esta piedra estaba inscrita una dedicatoria sobre las mediciones que realizó la misión para determinar el arco del meridiano aquí en Ecuador.
Según Erickson López, director del Observatorio, Inicialmente, el hito estaba ubicado en la planicie de Oyambaro, dentro de una hacienda. “Lamentablemente, no se le dio el valor histórico que merecía y terminó siendo usada como piedra de lavar, lo que provocó que la inscripción original se desgastara y se perdiera”.
Sin embargo, lograron rescatar el texto original de la inscripción y lo colocaron en una placa conmemorativa. Se puede leer el mensaje escrito en latín por La Condamine, mencionando a los académicos que formaron parte de la misión: Louis Godin, Pierre Bouguer y el propio La Condamine.
También se impulsó el jardín botánico de Quito, en 1887, durante el gobierno de Plácido Caamaño. Luego, con el tiempo, en 1906, se escribió el primer manifiesto naturalista del país en contra de la deforestación. El grupo, del que poco se sabe, se llamó La Fonda.
El Observatorio, mucho más que un museo
A Erickson López, director actual del Observatorio Astronómico de Quito, en La Alameda, le incomoda que se piense que es museo. “El Observatorio Astronómico nunca ha sido un museo, aunque puede haber esa percepción porque en los últimos años creamos un museo dentro de sus instalaciones”, dice y recalca su valor para la ciencia.
Actualmente, el observatorio realiza estudios sobre galaxias, exoplanetas, el centro galáctico de la Vía Láctea, la evolución de nubes moleculares y la cosmología. Sus astrónomos publican en revistas internacionales de alto impacto, contribuyendo al conocimiento global.
Para complementar su labor científica, el observatorio ha creado un museo que exhibe instrumentos históricos utilizados en meteorología, sismología, vulcanología y astronomía. Entre sus piezas más destacadas está un telescopio portátil apodado “cazador de cometas”, que cuenta con un mechero integrado para permitir anotaciones en la oscuridad.
Divulgación científica y educación
El Observatorio Astronómico también cumple un rol esencial en la divulgación y educación científica. Su museo astronómico expone la historia de la astronomía en Ecuador y su impacto en otras ciencias. Desde sus instalaciones se crearon los primeros servicios meteorológicos y sismológicos del país, que posteriormente evolucionaron en entidades como el Instituto Geográfico Militar y el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.
Para fomentar el interés en la astronomía, el observatorio ofrece exposiciones interactivas, actividades para niños y muestras artísticas inspiradas en fenómenos astronómicos. Además, cuenta con un telescopio ecuatorial Merz, montado sobre una base que permite su orientación en cualquier parte del cielo.
El futuro de la astronomía en Ecuador
Uno de los mayores desafíos para la investigación astronómica en Ecuador es la falta de financiamiento. A pesar de recibir recursos de la Escuela Politécnica Nacional, el presupuesto sigue siendo limitado, lo que restringe el crecimiento y desarrollo de la disciplina en el país.
En la actualidad, la mayor parte de la investigación astronómica se realiza a partir de datos obtenidos por telescopios internacionales ubicados en lugares con condiciones idóneas, como Chile y las Islas Canarias. A través del análisis y modelado de estos datos, los astrónomos ecuatorianos pueden generar teorías y contribuir al conocimiento global sin necesidad de contar con grandes telescopios en el país.