En la casa del señor Víctor Dueñas se encuentran 12 niños damnificados de terremoto en Manabí. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Cuando Luis Fajardo llegó a Pedernales, después de un angustioso viaje de 12 horas, lo primero que vio fue a un pequeño sollozante, sentado en lo que quedaba de una vereda resquebrajada. “Junto a él había una vela encendida que iluminaba a un señor, parecía su padre, tendido en la calle, muerto. Lo estaban velando. Fue una película de terror”.
Eran las 23:00 del lunes 18 de abril del 2016. Fajardo llegó desde Guayaquil con Sonia Cedeño y Víctor Dueñas. Recorrieron brevemente una zona periférica del cantón manabita, donde fue el epicentro del devastador terremoto. Entregaron rápidamente las provisiones que alcanzaron a recolectar y de inmediato buscaron a los hijos y sobrinos de Cedeño, quien trabaja con Dueñas. Esa era su misión.
En grupo comenzaron el rescate de los pequeños. “Cuando ella supo que el epicentro era Pedernales, su tierra, no paraba de llorar. Entonces decidimos viajar en mi camioneta para rescatar a los niños. Son 12”, cuenta Dueñas.
Los encontraron en medio de la oscuridad y del hambre, porque hasta el sitio donde vivían -una zona urbano-marginal de Pedernales-, llegan pocos abastos. Los alejaron del agobiante panorama de destrucción y de la fetidez de los cadáveres.
Se acomodaron como pudieron en la camioneta Chevrolet de Dueñas. Los más ‘grandecitos’ viajaron en el balde, donde colocaron un colchón; y llegaron a Guayaquil a las 12:00 de este miércoles 20 de abril del 2016 a una villa en la ciudadela Sauces 8, donde hay colchones y un cunero en la sala.
Los pequeños, de entre 8 meses y 11 años -nueve niñas y tres niños-, ahora son los engreídos de este barrio del norte de la ciudad. Los vecinos se desesperan por prepararles el desayuno, el almuerzo y la merienda. Otros los bañan y los visten. Algunos simplemente juegan con ellos, los acompañan a ver televisión o los consuelan cuando lloran al recordar la tragedia.
12 niños damnificados de terremoto en Manabí fueron rescatados por la familia de Víctor Dueñas Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
La mañana de este jueves 21 de abril del 2016, en la sala de los Dueñas, se escuchaba una música infantil. Venía de un dinosaurio de plástico, uno de los juguetes donados. Desde que se enteraron de la historia de los 12 primos, decenas de personas llegan al sector con ropa, comida, pañales y medicinas.
“Pesamos en apadrinar a los niños, no adoptarlos. Gracias a Dios sus padres están vivos; no están huérfanos como dicen en las redes sociales. Pero acá estarán por lo menos un año y necesitamos gente que se comprometa a ayudar, no solo por ahora”, dice Dueñas.
Kléber Kuffó llegó con un paquete. Lo llevó como una muestra de gratitud.
Él estaba en Chone (Manabí) cuando ocurrió el sismo. “Quedé atrapado en mi casa, en el tercer piso, en medio de platos y anaqueles caídos. Pero pude salir. Toda mi familia está agradecida con Dios y nos unimos para llevar donaciones a Chone. Hasta uno de mis nietos, de 8 años, se fue para ayudar a la gente”, cuenta a punto de llorar.
Uno de los hijos de Kuffó, que vive en España, se comprometió a enviar lo que necesiten. Una de las prioridades para los niños de Pedernales es la alimentación, en especial de las gemelas de 8 meses. Nacieron prematuramente y tienen un poco de desnutrición, por lo que su talla es la de un niño de 4 meses de edad.
Esta mañana, las bebés gateaban sonrientes sobre una cama. Acaban de tomar un refrescante baño y estaban estrenando ropa nueva. Otra pequeña, de unos 2 añitos, daba pasos entrecortados. Quería llegar al sillón donde sus demás parientes se alistaban para ver caricaturas.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) visita continuamente la casa donde por ahora viven los pequeños. Además la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) brinda resguardo permanente.
Incluso afuera de la casa hay una patrulla. Muchos de los donantes insisten en ver a los pequeños, pese a que aún están afectados por la terrible historia que les tocó vivir.
Esta tarde saldrán nuevamente a Pedernales. Oswaldo Dueñas, padre de Víctor, se alista para el largo viaje y va decidido a traer a los padres de los pequeños. “Ahora la misión es buscar familias que les den acogida y gente que les ofrezca un trabajo fijo acá para que puedan salir adelante”.