Parece la espuma de la leche hervida, una lluvia de espantapájaros que se anuncia con bombos y platillos. Sin embargo, marca lo que se puede entender como parte de la cultura política del país.
El diálogo es entre pocos. ¿Los demás? Los representantes de la Federación de Estudiantes Secundarios y los profesores de la Unión Nacional de Educadores deben pedir perdón. Así de simple. Es apenas el botón de muestra de cómo se llevan adelante los diálogos, no solo sobre la plusvalía y las herencias, sino también sobre otros temas. La política ecuatoriana está usando una palabra que causa desazón, tanto por incorrecta como por poco aplicable: ‘socialización’. Funcionarios o asambleístas viajan por todo el país con el fin de dar a conocer cuál es el sentido de las leyes y las políticas que se llevan adelante. Pero más que una ‘socialización’ y un debate que promueva mejoramientos, se trata de una difusión. Y de lo que ha cubierto EL COMERCIO, parece más un diálogo entre amigos.
Así todo es más fácil. No lo fue del todo, por ejemplo, en uno de los barrios del norte de Quito, donde se realizó una asamblea con una concejala y un legislador. Las inquietudes barriales no eran precisamente sobre los temas macro, como los que ahora está discutiendo el país, sino sobre sus realidades inmediatas, como la legalización del lugar donde habitan. Y pedían soluciones rápidas. Las autoridades respondieron que darían trámite a los pedidos y volvieron a hablar de los temas grandes: la equidad, la justicia y el diálogo nacional.
Uno de los antecedentes de este diálogo nacional es el proceso de ‘socialización’ de las enmiendas a la Constitución. El impulso al inicio fue fenomenal. Ahora poco se sabe de cómo avanzan. El tiempo corre y en enero deberá realizarse el segundo y definitivo debate en el Parlamento.
El oficialismo ha dicho que para aquellos que tienen voluntad de diálogo, la mesa y las sillas están ahí. Pero se requiere por lo menos de un poco de corrección política. Y nadie va a una fiesta sin la correspondiente invitación.