Triste fiesta musulmana para los migrantes que buscan llegar a Europa

Una mujer musulmana intenta subir en en un bus, en un periplo que espera la lleve a Alemania. FOTO: AFP

Una mujer musulmana intenta subir en en un bus, en un periplo que espera la lleve a Alemania. FOTO: AFP

Una mujer musulmana intenta subir en en un bus, en un periplo que espera la lleve a Alemania. FOTO: AFP

“El Aid al Adha era el momento más importante y feliz para mi familia. Ya no lo es”, afirma Cecilia tapándose la cara con las manos mientras su hermano la consuela. Están en un campo croata, de camino a Europa occidental.

A sus 23 años, esta estudiante de Damasco caminó por los campos que separan Serbia y Croacia hasta llegar a la aldea de Bapska, donde descansa sentada a la sombra de un nogal.

“Lo único que queremos es llegar cuanto antes al final de nuestro camino, a Inglaterra, si es posible a Londres. Estamos muy deprimidos, no vamos a hacer nada especial” para el Aid al Adha, la fiesta del sacrificio celebrada el jueves por los musulmanes del mundo entero, afirma la estudiante de literatura francesa.

Cae la noche y la paciencia se le agota. “Desde esta mañana nos piden que tengamos paciencia, que esperemos aquí los autobuses”, que deben llevar a los migrantes de Oriente Medio a los centros de acogida y de allí a la frontera húngara.

Cerca de ella, Hosam habla en nombre de una quincena de jóvenes, originarios como él de Basora, en el sur de Iraq, devastado por años de guerra.

“Estamos muy, muy tristes. Porque toda mi familia está en Iraq, y aquí estamos lejos de ellos”, cuenta el treintañero.

Con motivo del Aid, “vamos a rezar por la paz en Iraq, por la paz en Siria y para que nuestras familias estén protegidas”, explica este ingeniero musculoso.

Sin esperanza

A unos kilómetros de allí, en el pueblo de Opatovac (este de Croacia), donde las autoridades crearon un centro de acogida con capacidad para 4 000 personas, no parece que se vaya a celebrar esta fiesta musulmana pese a que la mayoría de los migrantes procede de países como Siria, Iraq o Afganistán.

“Estas personas han perdido la esperanza. Se lee en sus rostros. Nadie habla del Aid, aunque se acuerden de la fecha”, explica Babar Baloch, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

“Esperan probablemente que se organice algo para ellos. Pero no he visto ninguna señal. Creo que el mejor regalo que se les puede hacer es la solidaridad”, añade Baloch.

Vestido con camisa negra, Hans Bratt es un pastor luterano que vino a traerles consuelo, y también a identificar a los refugiados sirios con familia en Suecia. “Suecia, como sabe, acepta acoger a sirios. Hay una importante comunidad siria en nuestro país”, explica.

Con motivo del Aid “pensamos en ellos, rezamos por ellos, y también con ellos”, comenta este pastor, que ejerce en Botkyrka, cerca de Estocolmo.

Al anochecer llegan los autobuses a Bapska. Cecilia, de Damasco, y su hermano se suben al primero de ellos. “Mi padre, mi madre y mis dos hermanos se quedaron en Siria. Hay guerra. No hay electricidad ni agua y no podemos hacer nada por ellos”, explica mientras se aleja.

En la oscuridad, flanqueados por las fuerzas especiales de la Policía croata, cientos de refugiados llegan caminando desde la frontera serbia, justo a tiempo para subirse a los autobuses.

Suplementos digitales