Niños, cuyos padres fueron terroristas suicidas o personas directamente involucradas en planes de terrorismo, que asistieron a una función religiosa durante el santo mes de Ramadán. Foto: AFP
Cayó de la motocicleta en la que sus padres se hicieron volar por los aires en Indonesia. Mila, de nueve años, fue la única superviviente del atentado suicida familiar y desde entonces sigue un programa de desrradicalización para hijos de sospechosos terroristas.
Mila (nombre ficticio para proteger su identidad) vive en un refugio de Yakarta creado para jóvenes implicados en ataques o cuyos padres cometieron atentados suicidas.
Con un hiyab (velo islámico) rosa y semblante alegre, la niña hace preguntas durante las clases impartidas en el refugio. Antes nunca había sido escolarizada.
“Ha progresado mucho. Ahora es capaz de interactuar con la gente”, afirma la asistenta social Sri Musfiah Handayani.
La niña besa la mano de la periodista , una forma respetuosa de saludar en Indonesia.
“Les enseñamos que el Corán es la base de todo y que deben creer en él. Pero violar los derechos de los demás es inaceptable”, explica la educadora.
Mila tiene que aprender a vivir sabiendo que sus padres querían que muriera con ellos.
Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, se enfrenta a ataques cometidos por miembros de una misma familia y, al igual que Europa y Estados Unidos, a la llegada de yihadistas y sus parientes tras la derrota del grupo Estado Islámico (EI) en Siria.
“No es fácil ocuparse de (estos niños) radicalizados (…), piensan que los atentados son algo bueno”, explica Neneng Heryani, la responsable del refugio.
“Se les enseñó que la yihad era indispensable para ir al paraíso y que había que matar a los infieles. Es muy difícil cambiar esta forma de pensar”.
Los asistentes sociales y los psicólogos se esfuerzan en socializar a los niños con una rutina que incluye lecciones, visitas a mezquitas y momentos de ocio.
Adoctrinamiento
Los niños adoctrinados durante años suelen haber visto vídeos de propaganda violentos.
Los educadores intentan ganarse su confianza con un método que hace hincapié en los héroes nacionales indonesios y en los principios de la Pancasila, la filosofía oficial del país que preconiza la coexistencia de las comunidades. Este país de 260 millones de habitantes, de los cuales casi el 90% son musulmanes, reconoce seis religiones oficiales.
El programa de desrradicalización infantil se halla todavía a nivel experimental.
Los ataques de familias son “algo nuevo”, afirma Sidney Jones, directora del instituto de análisis de conflictos (IPAC) , radicado en Yakarta.
Los niños son presas fáciles para los extremistas y “esta vulnerabilidad puede ser un punto de partida para el tratamiento”, afirma Haula Noor, que estudia a familias radicalizadas en la Universidad Nacional de Australia (ANU) . “Tenemos que ver a estos niños como víctimas pero también como potenciales peligros”.
Indonesia fue considerada durante mucho tiempo como un ejemplo de tolerancia religiosa. En la actualidad se enfrenta al auge de corrientes musulmanas conservadoras y extremistas.
En mayo de 2018, Mila estaba sentada entre sus padres en una moto cuando ellos detonaron explosivos delante de una comisaría de la ciudad de Surabaya. La víspera otra familia, incluidas dos niñas de 9 y 12 años, cometieron atentados suicidas en iglesias, con un saldo de decenas de víctimas.
Estas familias suicidas estaban vinculadas al movimiento radical Jamaah Ansharut Daulah (JAD) . Los ataques fueron reivindicados por el EI.
En marzo de este año, la esposa de un hombre sospechoso de pertenencia a la misma organización se hizo estallar con su hijo en una casa del oeste de Sumatra asediada por la policía.
Esto demuestra que las mujeres y los niños tienen cada vez un papel más activo. “ En el futuro habrá dos tendencias, los ataques cometidos por familias y también por lobos solitarios ” , afirma Stanislaus Riyanta, un experto en terrorismo de la Universidad de Indonesia.
En abril, la mujer, embarazada, de un autor de los atentados de Sri Lanka que causaron casi 260 muertos activó un cinturón de explosivos, causando además de su muerte la de sus tres hijos pequeños, al ver que la policía llegaba para inspeccionar la casa.
“Dispuestos a morir”
“Tenemos que acercarnos a ellos (los niños) con precaución porque estaban dispuestos a morir y no tiene sentido usar la fuerza ” , explica a la AFP Suhardi Alius, responsable de la Agencia Nacional de Lucha contra el Terrorismo.
Una desrradicalización debe ir acompañada de una ayuda a la reinserción. De modo que el gobierno prepara un plan para que tengan acceso a atención médica y a la educación.
Sus familias suelen ser reticentes a acogerlos y este rechazo puede empujarlos de nuevo al extremismo, advierte la experta australiana Haula Noor.