El papa Francisco celebrando la Eucaristía durante una misa en la capilla de Santa Marta en el Vaticano, con motivo del séptimo aniversario de su visita a Lampedusa el 8 de julio de 2013. Foto: AFP
El papa Francisco denunció “el infierno” que se vive en los campos de detención de migrantes en Libia, durante una misa celebrada en el Vaticano en recuerdo de su visita hace siete años a la isla italiana de Lampedusa.
“La guerra es mala, lo sabemos, pero no os imagináis el infierno que se vive allí, en esos campos de detención” de Libia, dijo, recordando los relatos de los refugiados en Lampedusa, punto de llegada a Europa para muchos de ellos que provienen del norte de África.
Durante la misa, celebrada en la capilla Santa Marta y con un número limitado de asistentes por la pandemia de coronavirus, el papa argentino, habló “ de la violencia ” que sufren los migrantes.
“Pienso en Libia, en los campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes, en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos”, dijo.
El jefe de la iglesia católica instó a las autoridades y a los católicos a “hacer un examen de conciencia” y denunció la “versión destilada” que llega al mundo de los sufrimientos que padecen los migrantes.
“Recuerdo ese día (…) Algunos me contaron sus propias historias, cuánto habían sufrido para llegar allí. Y había intérpretes. Uno contaba cosas terribles en su idioma, y el intérprete parecía traducir bien; pero aquel habló mucho y la traducción fue breve”, contó.
“Cuando llegué a casa por la tarde en la recepción, había una señora que era hija de etíopes. Ella entendía el idioma y había visto el encuentro a través de la televisión. Y me dijo esto: ‘Perdone, lo que le dijo el traductor etíope ni siquiera es la cuarta parte de la tortura, del sufrimiento que han experimentado’”, añadió.
“Me dieron la versión ‘destilada’. Esto sucede hoy con Libia: nos dan una versión ‘destilada’”, lamentó.
El 8 de julio de 2013, pocas semanas después de su elección al trono de Pedro, Francisco celebró su primer viaje fuera del Vaticano a la pequeña isla de Lampedusa, en el sur de Italia, donde denunció la “globalización de indiferencia” ante el drama de la inmigración.