Muchos iraníes viven dos vidas: una pública en la que cumplen con las estrictas normas de comportamiento de la República Islámica. Y otra privada en la que rompen todos esos preceptos, una dinámica con la que quieren acabar las protestas que sacuden Irán.
Esa doble vida no conlleva bacanales ni tórridos desenfrenos. Sino cuestiones más bien mundanas: tomarse una cerveza, soltarse el pelo, escuchar música, bailar o montar en motocicleta.
La República Islámica fundada por el ayatolá Ruhollah Jomeiní en 1979 prohibió varias cosas. Entre ellas, la música, el alcohol, las discotecas, los juegos de apuestas, los deportes mixtos, las relaciones sexuales fuera del matrimonio e impuso la segregación por sexos en muchos ámbitos, entre otros vetos.
Estas limitaciones fueron más duras para las mujeres, a quienes se cubrió con velo -sin esa prenda estaban “desnudas”, aseguró Jomeiní- pero también se les prohibió conducir motos o bicicletas, cantar en público o la práctica de algunos deportes.
“Que las mujeres monten en bicicletas o en motocicletas puede extender la corrupción y por lo tanto está prohibido”, afirmó hace años el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, sucesor de Jomeiní. A lo largo de las últimas décadas, algunas de esas prohibiciones se han flexibilizado: la música iraní es permisible ahora, las mujeres pueden cantar para un público femenino y se las puede llegar a ver en bicicleta por las calles de Teherán, la capital de la nación.
Saltarse las normas
Pero aún así existe multitud de limitaciones, que muchos en el país persa se saltan a nivel privado en cuanto tienen opción. “Voy a conciertos de heavy metal ‘underground’, no me pongo el velo, me encanta el sexo (sin estar casada), soy atea y nunca voy a rezar”, resume a EFE una residente en Teherán, que en cuanto puede ignora las normas de comportamiento de la República Islámica.
“Por qué me tienen que decir lo que puedo o no puedo hacer”, se pregunta la joven iraní. Una postura que adoptan muchos vecinos de Teherán. Un paseo un miércoles o jueves (el viernes y sábado occidental) por la noche por Teherán revelará que se celebran multitud de fiestas, como delata la música, generalmente estadounidense, que se escucha desde las ventanas de algunas casas.
Los tejados de las azoteas están llenas de antenas para captar canales extranjeros, en teoría prohibidos por las autoridades, mientras que hay mujeres que conducen motos disimulando sus cuerpos con ropas anchas. Pero estos actos de desobediencia hasta ahora se llevaban a cabo a escondidas de las autoridades, en especial de la Policía de la moral, para evitar problemas o recurriendo a mentiras.
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